Seguros
de vida Eli
Banet 052-2535805
04-6468888 |
Ana Silvia Mazía
Amor
Dos esqueletos
furiosos.
Chocan, inútiles,
sus mandíbulas.
Entrecruzan sus ísquiones.
Suenan como castañuelas.
Un fémur y otro fémur
marcan un ritmo
de extraña cadencia.
La tibia de uno inicia
un staccato
con el peroné del
otro...
¡Triste baile!
Están muertos hace
tanto tiempo
y no se convencen,
no pueden creerlo,
no quieren.
Empecinados,
siguen intentando
hacer el amor
¡Vení...!
Charlemos.
Hablemos con la piel
con
los ojos
con
los oídos.
Vení, decíme cosas
con
las uñas,
que
yo te respondo
con
el aliento.
Vení, silbá, cantá
rugí
para mí.
Vení, mostráte
que
yo actúo para vos,
te
canto, te cuento
te
mezo.
Vení que te envuelvo
y
me
dejo inundar.
Vení bramando en
cuatro patas,
revoloteá
en
torno de mi cabeza,
dame
un zarpazo en
la
muerte.
Dejáte sacudir
por
los mil voltios
de
mi dedo índice.
Y
no tengas miedo, vení,
que estoy invitándote a vivir.
Sí
Sí.
En
medio del huracán,
aún
sumidos en la niebla.
Abrasados
por este aliento de horno,
Chapoteando
este barro fétido.
Aún
así
quiero
que me ames.
Aún así
quiero
sentir que soy una herida abierta manando.
Que me vierto como lava.
Que me fundo y me mezclo con
el aire fresco
la
lluvia
el
fuego.
Bajo la lluvia
el
fuego
Bajo la nieve
el
fuego.
Bajo la tierra
el fuego.
Si no soy fuego
qué
soy.
Si no doy fuego
qué
doy.
Si no te amo
quién
soy.
Si no ardés en mi fuego
quién
sos, amor.
Buen corazón
Un
buen corazón
debe
ser
duro
pero flexible,
frío
y azucarado.
Debe ser un frontón
donde
rebote la piedra lanzada
donde
se quiebre la punta del cuchillo,
donde
resbale la mierda.
Un buen corazón
chorrea
aplomo
desborda
vanidad
destila
egoísmo
emana
desdén.
Un buen corazón
te
acoraza
te
mulle
te
aísla
te
alza
te
ensalza.
Y jamás
pero
jamás
se
descorazona.
Nido vacío
Lleno
de voces, estelas de miradas, ráfagas de movimientos.
Poblado
de nadie, callado, quieto.
Nido
a medias deshecho, cribado, perdiendo plumas.
Cruzado
por los ecos lejanos de risas viejas.
Acariciado
de suspiros fantasmales
Tocado
por gemidos de amor de otros tiempos.
Ensartado
en llantos sacudido por espasmos de rabia y desolación.
Aferrado
con cada brizna a su rama.
Abrazado
a su tronco.
Acurrucado
bajo su copa.
Conteniendo
el aliento para retener el olor a sopa a guiso, a tortas de miel.
Es que aún espera volver a escuchar cantos.