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Colonización judía en la Argentina 

Colonización judía en la Argentina  (1ra entrega) 
Recopilación realizada por Fabián Zentner

Fuente: Shalom Argentina, huellas de la colonización judía

 

La primera imagen que los europeos que bajaban de los barcos tenían de la Argentina eran los Hoteles de Inmigrantes. Una decena de lugares (ya sea propiedad del estado o alquilados por éste) sirvieron de hospedaje a los recién llegados desde 1825, cuando un grupo de ingleses fue alojado en el antiguo convento de los Recoletos, predio donde ahora funciona el Centro Cultural Recoleta. Entre 1857 y 1920 casi 5 millones de extranjeros llegaron a Buenos Aires, de los cuales el 43 % estuvo alojado en alguno de los hoteles de la Capital: Un terreno en la Chacarita de los Colegiales, la fonda de Jacotin, en la entonces calle de la Merced (hoy Reconquista), el edificio en Corrientes 8, el predio ubicado en la calle Cerrito entre Arenales y Juncal, los asilos de San Fernando y Caballito. El número de inmigrantes que recibía la ciudad empezaba a crecer y crecer cuando, en 1888, se inauguró el Hotel de la Rotonda. Este edificio, de 3 pisos y forma circular, era lo primero que se veía al desembarcar en Buenos Aires. La construcción (ubicada donde hoy se encuentra el andén 9 de la Línea Mitre) aprovechaba algunas de las estructuras de un "panorama" (un espacio de proyección, antecesor directo del cinematógrafo) que había funcionado allí algún tiempo antes. El Hotel de la Rotonda fue demolido en 1911, el mismo año que se terminaron las obras del Hotel de Inmigrantes definitivo. Situado en la actual avenida Antártida Argentina 1355 (donde todavía puede vérselo) se volvió referencia simbólica y concreta de la entrada al país. "Visto desde el río, el hotel llamaba la atención por su volumen y simetría. Rodeado por las construcciones más pequeñas e igualmente blancas, levantado sobre la orilla del dique de carena, entre el cielo y el agua, la primera imagen que recibían del edificio debía conmover (o intimidar) seguramente, a los inmigrantes que al momento del arribo se amontonaban en la cubierta". La construcción debía llevarse a cabo en 20 meses y demoró 6 años. Era una necesidad y una ilusión largamente demoradas. "Su construcción encarnaría la realización material de un sueño grandioso, que comprometía el pensamiento de la época y que presuponía una Argentina indefinidamente próspera, que como tal debía mostrarse ante la masiva inmigración a la que se buscaba atraer. Principalmente de Europa.  El proyecto, paradigma de la arquitectura higienista, comprendía una serie de pabellones dispuestos alrededor de una plaza central. La ciudad se abría al otro lado de las verjas. El complejo (ahora utilizado por la Dirección Nacional de Migraciones) incluía oficinas, depósitos, enfermería, lavaderos, cocinas, un comedor con turnos de hasta 1.000 personas y 12 habitaciones en cada una de las cuales podían pernoctar hasta 250 individuos. Hacia 1920 había albergado a casi 200 mil inmigrantes, a los que les dio alojamiento entre 3 y 14 días. El hotel funcionó como tal hasta 1953 y tuvo usos posteriores de lo más variados. Desde sede del Regimiento 1 de Infantería de Marina y oficinas de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), hasta hogar escuela de la Fundación Eva Perón. En 1983 surgió la idea de convertirlo en un museo, proyecto que demoró más de 15 años en ponerse en práctica. Próximamente se inaugurará la primera etapa: la habilitación de la superficie de la planta baja, donde funcionaba el comedor, la cocina y los servicios auxiliares. Fue el ultimo sector que se construyó, después (incluso) de la inauguración oficial del complejo. Allí se montará una muestra permanente en la que será narrada la historia de la inmigración en la Argentina, desde los gestos iniciales en el periodo 1810-1833 hasta la actualidad. Declarado Monumento Histórico Nacional, el conjunto edilicio es, en sí mismo, el principal patrimonio. Y sin dudas vale la pena cruzar los jardines que comunican a las enormes construcciones (de pasillos largos, paredes frías y aspecto deteriorado en las partes aún no recicladas) para sentir ese aire a puerto, a agua cercana, que arrastra a los olores de esa primera imagen de país.


Colonización judía en la Argentina (2da. entrega)
 

Recopilación realizada por Fabián Zentner, Fuente: Shalom Argentina, huellas de la colonización judía

Carlos Casares (ex Colonia Mauricio) primer asentamiento de la JCA.

En lo que actualmente es el partido de Carlos Casares, se levantó en 1891, Colonia Mauricio, primer asentamiento agrícola judío de la Argentina organizado, desde sus inicios, por la Jewish Colonization Association (JCA). En estos campos, situados a 312 kilómetros al sudoeste de la Capital Federal, la JCA inició la experiencia de comprar, delimitar y repartir terrenos entre los inmigrantes que huían de una Europa hostil. El primer centro de Mauricio fue el pueblo de Algarrobo. Pero a partir de la llegada del ferrocarril, en 1889, empezó a crecer la urbanización alrededor de la estación de tren Carlos Casares, que si bien estaba muy cerca, quedaba fuera de los límites de la colonia. Era la zona conocida como Pueblo Maya que, desde 1907, tomó también el nombre de la estación ferroviaria. A lo largo de las vías del tren, en sus cercanías, crecieron pequeños centros comerciales y culturales, tales como Moctezuma, La Esperanza, Smith, Mauricio Hirsch y Santo Tomás. En 1930 llegaron a sumar una población superior a los 3000 habitantes. Hoy el conjunto de esos pueblos forma el partido de Carlos Casares, donde viven 21000 personas. El primer contingente de colonos judíos que llegó a Mauricio había desembarcado el 31 de Agosto de 1891 en el puerto de Buenos Aires de los vapores "Lissabon" y "Tioko". Vinieron 567 personas, de las cuales 306 eran hombres que tenían entre 18 y 38 años. Habían viajado 32 días desde Hamburgo hasta llegar a los muelles porteños y, desde allí, varias horas en tren hasta la estación Carlos Casares. Nadie los esperaba, el administrador de la JCA, Lucían Gerbell, llegó tarde. Los inmigrantes estaban impacientes, nerviosos y hambrientos, por eso se impresionaron cuando Gerbell apareció montado en su caballo e inmediatamente hizo traer una carreta repleta de galletas. Marcos Alperson, uno de aquellos colonos y magnífico cronista de la epopeya, escribió acerca de ese momento: "Nos lanzamos como salvajes sobre los panecillos de la mendicidad, disputándonoslos. Contemplando esta escena se dibujó una mueca sobre los bronceados rostros de los carreteros argentinos, pero cuando notaron que los hambrientos chicos no podían hincar sus dientitos en esas petrificadas galletas, bajaron de sus carretas para enseñarnos como había que manejarse con este manjar: las golpearon contra las llantas metálicas de las ruedas y las galletas se quebraron en trozos como vidrio. Pusieron esos trozos en agua para ablandarlos y luego se los entregaron a las hambrientas criaturas, murmurando: "Pobres niños!", Pobres inmigrantes!". Las mujeres y los niños fueron cargados en carretas y los hombres tuvieron que hacer el viaje a pie: unos 15 kilómetros desde la estación ferroviaria Carlos Casares hasta la zona de Algarrobo. Aún hoy es difícil recorrer esa distancia sin pensar en aquella terrible noche en la que, repentinamente, el viento pampero (el más terrible de estos pagos) trajo una lluvia que azotó a esos inmigrantes cansados que ni siquiera sabían cuánto camino les faltaba por delante. Llegaron después de varias horas de caminata y un caldo caliente, servido en tazones de hojalata, les devolvió la vida. Continuaremos en la próxima entrega.

Colonización judía en la Argentina (3ra. entrega)
Recopilación realizada por Fabián Zentner  Fuente:
Shalom Argentina, huellas de la colonización judía

Carlos Casares 1er. asentamiento(continuación)

El 10 de Setiembre de 1891 llegó el vapor "Petrópolis" y en el un segundo grupo de judíos europeos (110 adultos varones, 49 adultos mujeres y 61 niños), entre ellos Boris Garfunkel, posteriormente fundador de la empresa de electrodomésticos BGH, y también Hirsch Jacuboff, quien se convirtió en el primer maestro de la escuela hebrea de la colonia. La primera noche todos durmieron en un galpón ferroviario. Luego, las mujeres y los niños se mudaron a una gran carpa, mientras que los hombres seguían durmiendo a la intemperie.  Meses después llegaron las herramientas para que cada uno levantara su propia casa y labrara su tierra. Para entonces la JCA había fundado el edificio para su administración, un cementerio, que hoy es sitio histórico provincial, y la escuela hebrea y la argentina. Poco más tarde fue el tiempo de levantar el "Hospital", el lugar para los baños rituales de las mujeres, la sinagoga y la estafeta postal. En Colonia Mauricio también hubo una pequeña cooperativa (centro Agrícola Israelita S.M.) que abrió sus puertas en 1902 y quebró en 1910. El área en que se asentaron los colonos, hasta 1900, media 24860 hectáreas y fue dividida en 35 grupos. Cada uno estaba integrado por una cantidad irregular de familias que, a su vez, tenían campos de diferentes dimensiones. En general se determinaban en relación con las características de cada zona. La cantidad de casas que conformaban cada grupo era la forma más sencilla y coloquial para identificarse entre los colonos. Así, era frecuente que dijeran que vivían [en las nueve casas”: en "las ocho casas", o bien "en los quince ranchos". Algunos de estos conglomerados llegaron a tener sus propias sinagogas y escuelas. Según explica la historiadora Susana Sigwald Carioli (directora del Archivo Histórico "Antonio Maya") muchos colonos intercambiaban entre sí los campos asignados, con la idea de estrechar la convivencia con quienes tenían relaciones mas afines. Así hubo grupos rebautizados como "los rebeldes", "Moscú", "los mejores agricultores" o "los herejes".  Durante la primera década del siglo XX, Mauricio fue una colonia pujante ("la más floreciente de nuestras colonias", según la memoria oficial de la JCA de 1904".) No obstante, los "mauritanos" o "mauricianos" tuvieron numerosos enfrenta-mientos con la JCA. En 1910, el joven Isaac Nissensohn tomo "la representación de algunos viejos colonos, ya hartos de tutelajes, e inició, en carácter de representante legal, la larga y agotadora etapa de juicios contra la Empresa (la JCA.) El objetivo era lograr que, cubierto el monto total de la deuda, la JCA hiciera el traspaso de las propiedades al colono, aunque no se hubiere cumplido el plazo de 20 años fijado en el contrato". Continuaremos en la próxima entrega.

Colonización judía en la Argentina (4ta. entrega)
Recopilación realizada por Fabián Zentner  Fuente:
Shalom Argentina, huellas de la colonización judía

Carlos Casares 1er. asentamiento(continuación)

Cuando los inmigrantes, ya sea porque ganaron el juicio contra la JCA o porque pudieron pagar lo necesario, consiguieron finalmente los títulos de propiedad, empezaron a vender sus campos y emigraron. Muchos le echaron la culpa a la tentadora cercanía a la ciudad de Buenos Aires, otros, a la incapacidad de los administradores de la JCA (Jewish Colonization Association) que no supieron interpretar las necesidades de los colonos. La investigación de Sigwald Carioli agrega dos elementos: el alto precio de las tierras (que facilitó que muchos colonos las alquilaran en vez de trabajarlas) y la diversidad de clases y objetivos que tenia el grupo de inmigrantes que llegó a Mauricio. "Algunos vestían raídos levitones, otros ropas de trabajo bastante gastadas, no faltaba el que vestía las típicas prendas  de los aldeanos: botas, pantalones anchos y sacos tipo cosaco", describe el mismo Garfunkel, y agrega: "Los primeros contingentes embarcados con destino a Colonia Mauricio se transforman así en imagen viva del cambalache discepoliano". En verdad, la JCA quería transformar comerciantes oprimidos en agricultores libres. Y ellos aceptaban la idea porque querían salvarse. Eso era lo único que los unía. Cuando desapareció aquella preocupación, comenzaron los problemas. La colonia llegó a ocupar un total de 43485 hectáreas. Era una llanura con pequeños bosques de algarrobos, sauces y álamos, y grandes extensiones de alfalfa. El centro del asentamiento estaba en la zona de Algarrobo, junto a una laguna, que creció considerable-mente debido a las inundaciones que se sucedieron desde 1970, y que por entonces poseía unas 150 hectáreas. En un terraplén, al costado de ese espejo de agua, se instaló el primer cementerio israelita de la provincia de Buenos Aires (el segundo del país), un predio repleto de historia que aún puede visitarse. Para cuando la JCA realizó su informe en 1939, con motivo de cumplir el 50 aniversario de la entidad filantrópica, la administración de la empresa había sido suprimida) se cerró tempranamente en 1922, pero aún funcionaban varias casas de comercio, el correo, la comisaría, una escuela y la sinagoga. Colonia Mauricio estaba atravesada por tres líneas ferroviarias: la línea de la Compañía General de la Provincia de Buenos Aires, que tenia la estación Moctezuma (dentro de la colonia y a 332 kilómetros de Buenos Aires); la línea del Ferrocarril de la Provincia de Buenos Aires, cuya estación era Mauricio Hirsch (casi en el centro de la colonia y a 423km de Avellaneda); y la línea del Ferrocarril Oeste, la más importante de las tres, con la estación Santo Tomás (al sur y a continuación de la estación Carlos Casares, ambas fuera de la colonia). Por entonces había 265 familias judías, de las cuales 262 ya eran propietarias. Hoy el partido de Carlos Casares tiene cerca de 20.000 habitantes, de ellos 60 descienden de los colonos de la JCA. Y queda una sola línea ferroviaria. Aunque la mayoría de los colonos de Mauricio no sabían cómo trabajar la tierra, estos inmigrantes fueron los primeros en cultivar el girasol con fines comerciales. No se conoce exactamente quien plantó las primeras semillas, se supone que las traían los paisanos en los bolsillos y la utilizaban como golosina, pero se sabe que fue José Pisarevsky el pionero en llevar bolsas de girasol a Buenos Aires, moler las semillas y extraer aceite. Desde 1962, Carlos Casares es sede de la Fiesta Nacional del Girasol, que se celebra cada Febrero. Hoy varias empresas cerealeras cubren de girasoles el campo. Una de las empresas más importantes, cuyos dueños descienden de los viejos colonos de Mauricio, los Grobocopatel, fueron elegidos en 1995 como los primeros productores agrícolas del país. Numerosos funcionarios de la sociedad casarense fueron y son de origen judío. Pero las tierras de Mauricio también desperdigaron por el mundo importantes personalidades de la cultura y la política: los escritores Marcos Alpersohn, Samuel Glasserman y León Kibrik, el empresario Boris Garfunkel, el historiador Abraham Rosenvasser (considerado uno de los más importantes egiptólogos de todo el mundo), el senador radical Adolfo González Gass, el médico y legislador David Shapira y el integrante del Consejo de la Magistratura, Juan Mario Gersenovitz. Son descendientes de colonos de Mauricio: el director de orquesta Daniel Baremboin, el humorista e integrante de "Les Luthiers" Daniel Rabinovich y el periodista Mario Mactas.  

Colonización judía en la Argentina (5ta. entrega)  
Recopilación realizada por Fabián Zentner   Fuente: Shalom Argentina, huellas de la colonización judía

Concordia 

Concordia es la ciudad más grande de las que se reclinan sobre el Río Uruguay: Tiene 150.000 habitantes y es la segunda ciudad entrerriana en importancia, después de Paraná, la capital. Quizás toda su historia pueda sintetizarse en el impactante monumento de formas geométricas y mármol oscuro, erigido sobre el Boulevard San Lorenzo (entre San Luís y 24 de Mayo) en homenaje a los hombres y mujeres que hicieron crecer esa localidad conformada por italianos, españoles, húngaros, franceses, árabes, suizos, vascos, griegos, polacos, alemanes, uruguayos, yugoslavos y japoneses. El 7 de Diciembre de 1999, día de la inauguración del monumento, representantes de 14 colectividades guardaron en un cofre un texto con la historia de cada una de ellas. Ese tesoro quedará bajo llave durante 100 años. Recién entonces esas páginas se volverán a leer: "Levantemos nuestras copas para que cuando dentro de 100 años este cofre se abra, quienes lean estos trabajos sonrían diciendo que la profecía bíblica "El león pastará con el cordero y las espadas se convertirán en arados" se cumplió en nuestros días." El paseo de las colectividades (Hipólito Yrigoyen al 400) es otro de los rincones que recuerdan a pioneros de todos los orígenes. Es pequeño pero tiene colores muy vivos y un trabajo artesanal en cerámica que vale la pena apreciar. Cada colectividad esta representada por un símbolo. Una menorá, representa a la comunidad judía. En 1915 los judíos radicados en la ciudad, que habían llegado cuando despuntaba el siglo, comenzaron a organizarse. La actual Asociación Unión Israelita de Concordia, ubicada en Entre Ríos 478, nació ese año en un galpón de la calle San Luís 372, propiedad de León Fuks, donde también funcionó el primer templo de la colectividad. El señor Fuks donó, además, el armario que se convirtió luego en el arón hakodesh y una mesita que se utilizaba para la lectura de la torá. Otro miembro de la comunidad, el señor Ferrer, había aportado dos bancos y Kostianovsky una silla y una cortina. "Lo primero que hicieron los inmigrantes fue, como en todos lados, construir la sinagoga. Y para ellos siempre fue más importante adornar el templo que sus propias casas", cuenta Natalio Embon, dueño de la farmacia "25 de Mayo". Ese mismo año se inauguró también el cementerio de la asociación (calle Villaguay, entre Las Heras y Pirovano), que linda con el Británico y el Municipal. Un censo de 1943 registró que  Concordia contaba con una población Sefaradi de 170 familias (muchas tiendas de la zona comercial estaban en manos de ellas), mientras que la ashkenazi era de 884. Las primeras habían llegado de manera individual, en su mayoría desde Turquía. "Mis padres querían ir a Palestina, pero tenían problemas con los papeles y escucharon que en la Argentina tenían posibilidades", recuerda José Niño. Los ashkenazies, en cambio, se fueron radicando en la ciudad a medida que abandonaban las colonias de la Jewish Colonization Association (JCA) en busca de estudios y de ocupaciones urbanas, como las que tenían en Europa. Esta comunidad, que creció y se afianzó en los años 50 y 60, aún está en plena actividad. Desde la década del 30 cuenta con una escuela hebrea, "Eliezer Ben Iehuda" (9 de Julio 132), y una importante actividad recreativa nucleada alrededor del centro juvenil "J. N. Bialik", que funciona en el mismo lugar. Para el esparcimiento y el contacto con la naturaleza, los judíos de Concordia cuentan con un camping de 8 hectáreas ubicadas en la zona de Camba Paso. Cada aniversario del atentado a la sede de la AMIA en Buenos Aires, los vecinos y representantes de las distintas entidades de Concordia, incluido el intendente, se reúnen en la Plaza 25 de Mayo (entre las calles Primero de Mayo, Urquiza y Pellegrini) en donde plantaron un árbol en memoria de las víctimas. Silvia Inés Portnoy, una joven de 25 años asesinada por la bomba cuando fue a anotarse en la bolsa de trabajo, era de Concordia. Su padre la enterró en el cementerio de esta ciudad, que no se olvida de ejercer la memoria. Una de las sinagogas es la de la Asociación Unión Israelita de Concordia. Por fuera parece una escuela urbana. Es una construcción de mediados de siglo, con el frente liso sobre la vereda, en pleno centro de la ciudad. Pero tras pasar el recibidor, se accede al amplio salón donde funciona la sinagoga ashkenazi. Allí se encuentra el arón hakodesh que resguarda 6 torot, dos de ellas originales de Concordia y 3 que pertenecieron a las colonias judías de los alrededores: Pedernal e Ingeniero Sajaroff. La sexta, que tiene una cubierta de color azul, la donó  un organismo internacional en memoria del joven rabino Alex Kaprov, que aquí celebraba el oficio y murió en el 2000 en un accidente de tránsito. Actualmente, los rabinos a cargo de las ceremonias pertenecen a la agrupación Jabad Lubavich y viajan cada viernes desde Buenos Aires. Se quedan hasta el Sábado a la noche o el Domingo a la mañana. El otro templo es el de la Asociación "Agudat Israel". El edificio tiene la fachada de una casa elegante. No ostenta lujos ni jardines, pero posee una puerta de madera importante y el frente bien pintado. Fue creada en 1929. Contra la pared lateral izquierda, desde la entrada, está ubicado el arón hakodesh, que llega casi hasta el techo. Adentro hay 3 torot, que en esta comunidad, fiel al culto religioso, se sacan sólo para rezar. Como la asociación no tiene dinero para contratar a oficiantes de Buenos Aires, las ceremonias son dirigidas por personas que saben hebreo y se ofrecen a hacerlo "ad honorem". Uno de ellos es José Niño, hijo de Samuel, un inmigrante de Turquía, que también conducía oficios religiosos y pronunciaba las oraciones pertinentes en los velorios y entierros. De él José heredó también la tienda de telas conocida como "Casa Niño", que aún funciona en el centro de Concordia.

Colonización judía en la Argentina (6ta. Entrega) 
Recopilación realizada por Fabián Zentner Fuente: Shalom Argentina, huellas de la colonización judía

Charata, En busca del "oro blanco"


Un aviso publicado en 1920 en el "Idishe Tzaitung", informando sobre la necesidad de colonos en la región y la posibilidad de conseguir créditos hasta la cosecha, incentivó a unas 40 familias de Colonia Dora a abandonar Santiago del Estero y trasladarse hasta Charata. Las malas cosechas en los lugares de origen y el magro dinero que recibían a cambio de sus productos fueron dos de las causas que los motivaron a adentrarse en el entonces Territorio Nacional del Chaco. "Los primeros colonos judíos llegaron a Charata en 1920 (explica Jacobo Garber). Algunos lo hicieron con sus carros por tierra, otros en tren, vía Añatuya". Otros llegaron desde Montefiore y Moisés Ville (Santa Fe) en busca de las tierras fiscales disponibles y del "oro blanco", tal como le llamaba al algodón Tomas Le Breton, ministro de Agricultura. Unos años antes, ya había comenzado la inmigración de otras colectividades: españoles, italianos y alemanes recibieron a los nuevos agricultores que ya nada tenian que ver con la Jewish Colonization (JCA). Fueron muchos los judíos que llegaron a las tierras fiscales de Charata, pero luego de un tiempo en el campo se mudaron definitivamente al pueblo o directamente a Villa Ángela, para instalar sus propios comercios. Los medios de vida en la colonia eran muy precarios: no había energía eléctrica y las volantas y sulkys eran los únicos medios de transporte además de "a caballo". "Muchos se volvían a sus lugares de origen (sigue el relato de Garber), porque no era nada fácil tolerar el clima chaqueño plagado de incomodidades, aguas salobres, mosquitos, jejenes, polvorines y las hormigas que a veces en una noche arruinaban una plantación". En la actualidad, unas pocas construcciones modernas rompen la monotonía de Charata, que se resiste a abandonar sus casas bajas y antiguas, desparramadas en calles mitad asfaltada, mitad de tierra. De los 17.000 habitantes del lugar (que hoy sigue dedicado a la producción de algodón, junto a la soja, el maíz, el girasol y la alfalfa), sólo unas 20 familias son judías. Atrás quedaron esas épocas, como a mediados de la década de 1940 en que la calle San Martín estaba repleta de comercios pertenecientes a gente de la comunidad y en que más de 100 familias se reunían para las festividades en la Sociedad Israelita. Hoy ya no hay ningún tipo de actividad comunitaria y de aquellos negocios sólo queda en pie la estación de servicio que perteneció alguna vez a Naúm Kohanoff, ubicada en San Martín al 800. Apenas un puñado de judíos se reúne periódicamente en la casa de Teresa Gurman, uno de los pocos testigos de los años dorados y que aún sigue agasajando a sus invitados con "guefilte fish" y "vareniques". El cementerio israelita, inaugurado en la década de 1920, está separado del cristiano por un muro de apenas 40 centímetros de alto. Después de atravesar unas rejas bajas y negras, en las que el Maguén David blanco hace un perfecto contraste, se ingresa en el predio, que alberga 107 tumbas, divididas en 6 filas. En la primera están las más antiguas, hechas de ladrillo y cemento. En muchas de ellas ya casi no se leen los epitafios, socavados por el paso del tiempo. Aquí se encuentran enterrados no sólo habitantes de Charata, sino también de Las Breñas y Saba Sylvina, localidades relativamente cercanas donde había pequeños núcleos de familias judías. Este cementerio fue profanado en el año 2000. La Sociedad Israelita de Charata funcionaba en un edificio que en la actualidad ya no le queda ningún símbolo sobre sus paredes rosadas (hoy convertida en vivienda particular) de ladrillos asentados en barro que nucleó a toda la comunidad judía de Charata y de los pueblos vecinos de General Pinedo y Las Breñas. La Sociedad Israelita de Charata fue fundada el 18 de Diciembre de 1927 y permaneció abierta hasta la década de 1960, cuando dejó de funcionar debido a la emigración de la mayor parte de la comunidad judía. En los años 30, alrededor de 100 familias se reunían en este lugar los Sábados para celebrar oficios religiosos y disfrutar de obras de teatro en idish. Aquí también funcionó, hasta la década de 1950, la escuela complementaria donde medio centenar de chicos concurría para estudiar la historia de sus antepasados y el idioma que sus padres y abuelos habían hablado en Europa. El angosto púlpito de madera que se utilizaba para las ceremonias religiosas hoy está en la casa de Manes Guzmán (Moreno 556). Y su madre, Teresa, también conserva muchos de los libros de idish que había en la Biblioteca Popular de Israelita I.L. Peretz, que estaba ubicada en Sarmiento 45. Hoy esa casa vieja tiene las persianas oxidadas y alberga un taller de reparaciones de heladeras. El arón hakodesh que estaba en la casa de Libertad al 400 fue cedido, junto con una Torá, a la comunidad de Villa Ángela, para reemplazar al que se destruyó en el incendio de 1970. Una segunda Torá fue entregada a la ciudad de Resistencia.

Colonización judía en la Argentina (7ma. Entrega)

Recopilación realizada por Fabián Zentner. Fuente: Shalom Argentina, huellas de la colonización judía

Ubajay, ex colonia El Palmar

Está situada a 57 kilómetros de la ciudad balnearia de Colón, en el noreste de la provincia de Entre Ríos y a tan solo 14 kilómetros del centro turístico "Parque Nacional El Palmar". Esta dividida por la ruta nacional 14 y es paso obligado de todos los micros que van y vienen entre el sur de Brasil y Buenos Aires. A principios del siglo XX, esa ruta era de tierra y se la conocía como "Camino Real". Así lo recuerda el habitante más antiguo de Ubajay, Don Alcides Coullery, un abuelo de origen suizo-francés, que fue el último jefe de la estación ferroviaria que le dio nombre a ese centro urbano. Por allí -dice- transitaban los carros rusos que iban hacia Corrientes. Por entonces, cuando llovía, ese camino se tornaba intransitable y el tren era la unica salida. Hoy Don Alcides refunfuña contra la ruta: "Se comió al tren", se queja. Y, en parte, es cierto. En 1961 dejó de pasar la ultima locomotora a vapor que paraba en la casa de aquellos colonos que vendían leche. Tenían puestos, ni siquiera podían llamarse estaciones, cada 200 metros. Eran apenas unas tarimas. Tardaba tanto tiempo en recorrer el trayecto Concordia-Concepción del Uruguay, que los lugareños habían rebautizado a la locomotora irónicamente como "El Expreso". Los campos que rodeaban la estación de Ubajay conformaban las colonias "Palmar Yatay”, que si bien en sus orígenes eran dos, estaban tan ligadas geográfica y administrativamente que, tanto en la memoria de los pobladores como en la práctica, quedaron unidas en una sola, que ocupó una superficie de 11.368 hectáreas y recibió el nombre de la vegetación típica de la zona: la "Palma de Yatay", un tipo de palmera en cuyo centro crece un fruto comestible y sabroso, el cogollo, que tiene casi el mismo sabor y consistencia que el palmito. Las primeras 50 familias judías llegaron en 1912. En su mayoría eran ashkenazies que provenían de Rusia, atraídos por el proyecto agrícola del Barón Mauricio de Hirsch. En un informe de la JCA (Jewish Colonization Association) de 1939, elaborado con motivo del medio siglo de vida de la colonización, se aseguraba que en el país había 3500 familias de colonos. Por entonces la zona de Ubajay contaba con 108 familias, de los cuales 45 ya eran propietarias de sus tierras. El comienzo del siglo XXI encontró a esta vieja colonia con sólo 3 familias judías, sobre un total de 2000 habitantes. En los tiempos de la colonización funcionaban dos escuelas hebreas, una sinagoga y muchos comercios. De aquellos tiempos, sólo sobrevive el cementerio y los edificios de la Cooperativa "Palmar Yatay", la cremería y una escuela hebrea. El cementerio fue inaugurado en 1917 con el entierro de Dora Kris, una beba de 3 meses, en tiempos en que muchos chicos fallecían por las duras condiciones de vida en el campo. Hay tres filas de tumbas de mujeres del lado izquierdo y 6 de hombres a la derecha. Entre estos, llama la atención la de José Antik, quien falleció a los 103 años el 5 de Febrero de 1942, constituyéndose en uno de los habitantes más longevos de la zona. Muy cerca descansan los restos de Carlos Kochalski, cuya lápida tiene una placa que dice: "Héroe de la Guerra de los Seis Días". En total el campo santo tiene unas cien tumbas y, aunque en la década del 80 varias fueron arregladas, las inscripciones de muchas de ellas, escritas en hebreo, están borroneadas y se hace imposible leerlas. Muy esporádicamente se produce un nuevo entierro. La municipalidad de Ubajay ocupa un edificio que por la tarde, de Martes a Jueves, y de 16:30 a 19:00 horas, funciona la Secretaría de Cultura. Su sede se encuentra establecida en una de las primeras construcciones que tuvo la colonia. Pertenecía a la familia Rotmistrovsky, que la donó para que el municipio tuviera un edificio. Aún se conservan las 7 salas que sus ocupantes originales utilizaban como habitaciones, cocina y baño. En una de las salas grandes, donde ahora se instaló la Secretaría de Acción Social, los colonos tenían un despacho de carne. En el patio de atrás, también subsiste el molino que la familia utilizaba para aprovisionarse de agua. Desde 1996, la construcción pertenece a la comuna de Ubajay, que incluye a las colonias "Palmar Yatay" y "San Antonio", ambas fundadas por la JCA, y las aldeas San Gregorio y Humita, de españoles y vascos franceses. Enfrente a la escuela hebrea, casi en el comienzo del camino de ripio que lleva a San Salvador, estaba la cremería de la "Cooperativa Unión Palmar Yatay". El único rastro del edificio es un molino cuyas aspas están rotas. Aquí en la época de esplendor de la colonia, por los años 40, Jaime Rotmistrovsky era el encargado de recibir la leche, que se utilizaba para preparar quesos y cremas.  

Colonización judía en la Argentina (8va. Entrega)

Recopilación realizada por Fabián Zentner. Fuente: Shalom Argentina, huellas de la colonización judía

Las Palmeras (Santa Fe)

Vos majs tu? (Cómo estas?), pregunta en idish José Osmar Juárez. Trabajé de cartero en Las Palmeras entre 1954 y 1990, cómo no iba a aprender idish?, Sostiene, como si su destino hubiera sido inevitable. Es uno de los cuatrocientos habitantes de un pueblo que hoy alberga a sólo una docena de judíos. Tres décadas atrás, la población ascendía a ochocientas personas y el noventa por ciento era de origen hebreo. A pesar del éxodo, la cultura local quedó impregnada de la vida judía. Lo demuestran las palabras de José.  Las Palmeras fue creada en 1904, cuando el programa colonizador del Barón Hirsch anexó tierras en la zona de Moises Ville. A cada inmigrante se le adjudicó un campo de 75 hectáreas, dos bueyes, algunas herramientas de labranza y una casa de dos habitaciones con cocina. Según los estatutos, esos terrenos son parte de la jurisdicción de Moises Ville hasta el ano 2004. La intensa vida comunitaria que llevaron adelante los colonos hizo que fundaran  numerosas instituciones. En 1910, la "Mutua Agrícola Ltda. de Moises Ville" inauguró su sede en la zona. A su vez, La Jewish Colonisation Asociation (JCA) financió una escuela rural hasta finales de la década de 1920. También hubo una sinagoga, una biblioteca y un salón social. Hasta la iglesia católica levantada en la década de 1950,  fue  construida con los aportes de pobladores judíos, según cuentan los vecinos. Hoy apenas quedan huellas de aquel pasado. Dicen que la primera sangría ocurrió en 1948, cuando una terrible sequía obligó a emigrar a muchas familias. "Aquí no hay medios para que la gente joven se quede, no existen las fábricas. Por eso se fueron casi todos", argumenta Zelda Trajtemberg de Fritzler, una de las simpáticas vecinas de Las Palmeras. Uno de los tantos emigrantes fue Rajmil Tenembaum, quien se convirtió en director del Hospital de Ber Sheva en Israel. A Las Palmeras se accede por una avenida pavimentada llamada República Argentina. A la derecha de la entrada de pueblo, como homenaje de la comunidad a los inmigrantes, se mezcla la imagen de la virgen Maria Nuestra Señora de la Merced con una placa que muestra una estrella de David. El texto que rubrica la escena señala: “Manos vacías ofreciste a la patria baldía, pronto llenaste los surcos de simientes que el sol fue madurando de paz y trabajo. Es la corona que honra tu recuerdo. Tus hijos llenos de orgullo te dicen... gracias”. Una sencilla casa blanca, de material, con techos de chapa y un parque en el fondo asoma en la Avenida de los Colo­nizadores.  Tiene un portón de hierro pintado de celeste, con dos maguen David estampados en el medio. Es la entrada a lo que fue la sinagoga de Las Palmeras. A mediados de siglo era el lugar adonde los judíos de la zona concurrían para recibir al sábado y para tomar clases de hebreo. Pero a fines de la década de 1970 cerró. Fue la última vez que pudo conseguirse la cantidad mínima de oradores necesaria para rezar. Hoy el interior esta vacío. Só­lo se alcanza a diferenciar el salón principal donde los hombres presenciaban las ceremonias y el cuarto más chico, desde donde las mujeres observaban el servicio religioso a través de pequeñas ventanas. El arón hakodesh está guardado en lo que era la antigua biblioteca, ubicada en la calle San Martín y la Avenida de los Colonizadores. Las dos torot, a su vez, descansan en la casa de los vecinos Karl y Zelda Fritzler (Avenida de los Colonizadores s/n, frente a lo que fue la sinagoga), dentro de un baúl que trajeron de Europa. Están protegidas con fundas de raso bordó y poseen inscripciones bordadas en idish que dan cuenta de quienes fueron sus donantes. Una dice "Moishe Erlij" y la otra, "Indelman". Una tercera torá se vendió en 1982 a la comunidad de Jabad Lubavich para solventar las refacciones del techo de este templo que supo ser el centro de la vida espiritual de Las Palmeras. La Biblioteca, que pertenecía a la comunidad israelita, fue cedida en 1994 al Centró de Jubilados de Las Palmeras, el cual conservó el patrimonio judío atesorado en esta casa antigua, de frente blanco. En una pequeña habitación se encuentra también lo que era el modesto arón hakodesh de la sinagoga. Es de madera y aún pueden verse los dos maguen David pintados en el frente. También hay un amud, que sufrió el paso del tiempo y hoy apenas deja leer los diez mandamientos.  Los armarios conservan libros de rezos en castellano, idish y hebreo. En su época de auge, la biblioteca contaba con sólo doscientos cincuenta títulos, y por la década de 1950 también funcionó como residencia del shojet. En esta sede también se realizaron conferencias, se exhibieron obras de teatro y, hasta 1971, fun­cionó la escuela hebrea. Además, era el lugar de reunión de las damas de la Wizo. Hoy, tiene algunos pisos hundidos y mucha suciedad. Pero ni siquiera el polvo logró tapar la historia de Las Palmeras, adherida a cada uno de los antiguos objetos de la biblioteca. Las Palmeras se encuentra en el centro oeste de la provincia de Santa Fe a 8 Km al norte de Palacios, 26 de Moisés Ville y 16 al sur de Monigotes

Colonización judía en la Argentina
Recopilado por Fabián Zentner. Fuente: Shalom Argen-tina, huellas de la colonización judía (9na. Entrega)

Colonia Dora Calles con sulky (1ra. parte)

La fundación de Colonia Dora coincide con la inauguración, en 1900, de la estación del Ferrocarril Central Argentino que lleva su misma denominación. El nombre lo eligió el propietario de las tierras, Antonio López Agrelo, quien, según algunos, se inspiró en el patronímico de su hermana y, según otros, en el de una de sus hijas. El hombre (Vizconde de Rivatua y cónsul de Portugal en la Argentina) arrendaba y vendía terrenos a inmigrantes de muy distintos orígenes: italianos, españoles, alemanes, árabes, checos, ucranianos, polacos y portugueses.  En 1910, López Agrelo le vendió, a la Jewish Colonization Association (JCA), terrenos donde se asentaron 80 familias judías provenientes de Rusia, de Polonia y, en menor medida, de Alemania. Entre ellos había un rabino, un maestro de idish, un herrero, un carpintero, un panadero, un sastre, y varios artesanos. Enseguida se abrieron dos almacenes (que vendían productos tales como arenque, pescado ahumado, aceitunas, salame kasher) y dos verdulerías cuyos dueños eran colonos judíos, anotó Manuel Alperin, hijo de uno de los primeros judíos que llegaron a la colonia, en su diario personal. La JCA también adquirió un solar de 1500 metros cuadrados donde, en 1911, abrió la primera sinagoga de la colonia. En el mismo lugar (donde hoy se encuentra el club Sportivo Colonia Dora) se inauguró también la escuela hebrea y la casa del maestro. Está claro que los judíos habían llegado tan necesitados de alimentos como de regocijo espiritual. Ese mismo año, la JCA compró 2980 hectáreas, divididas en 6 fracciones. La sexta resultó favorecida con mejores suelos, y sus integrantes prosperaron más rápidamente. Colonia Dora fue el escenario de una veloz integración entre los nuevos colonos, los criollos y los extranjeros que ya vivían en la zona. El 11 de Abril de 1991, el diario El Liberal, de Santiago del Estero, publico una carta de Manuel Alperín. Allí contaba: "Los judíos aprendieron de los nativos a trenzar el lazo, construir catres y enseres domésticos con maderas de la región ". Hubo que esperar hasta 1926 para que llegara a Colonia Dora la luz eléctrica y, cuando parecía que el progreso les daría una mano a los colonos, comenzaron los tropiezos económicos. Durante la década de 1930 los agricultores se empobrecieron de tal manera, que el éxodo se hizo inevitable. Uno de los problemas fue la langosta, que arrasaba con las plantaciones: "Mi papá y mi hermano la ahuyentaban haciendo ruido con tarros y bolsas vacías", recuerda Alperín en su carta. Para colmo de males, tanto las sequías como las crecidas del Río Salado tenían a mal traer a los agricultores. Para afrontar  tantas dificultades, y a impulso de la JCA, algunos agricultores se nuclearon, después de la segunda guerra mundial, en la cooperativa Colonos Unidos. En 1939, la JCA señalaba en un informe: "Hasta tanto no se realicen los trabajos proyectados hace tiempo, tendientes a retener un gran volumen de agua, que en la actualidad se pierde durante las crecidas del río, sólo una parte de los terrenos puede ser irrigada de un modo más o menos regular". Para la JCA, ésta era la razón de que, a menos de 3 décadas de la creación de Colonia Dora, quedaran sólo 20 de las 80 familias originales. Casi todas estaban instaladas en lotes de 30 hectáreas, con casa de ladrillo y galpones para almacenar y prensar la alfalfa (el cultivo que, junto al maíz, más les rendía). Todavía hoy la alfalfa de la zona da muestras de gran calidad. El mismo documento señala que, además de los colonos llegados a instancias de la organización del Barón Hirsch, había otras 20 familias judías que le habían comprado 1380 hectáreas a la sociedad Agrelo. Tan importante como el trabajo agrícola era la vida social de la colonia. En 1945, los dorenses fundaron el Salón y Biblioteca "Barón Hirsch". El día de su inauguración, Manuel Zusman pronunció un discurso que aún hoy emociona a los vecinos, cuando lo recuerdan: "Este será el hogar colectivo de todos los colonos y habitantes del pueblo para organizar actos culturales, conferencias, bailes, celebrar fiestas patrióticas, reuniones de carácter gremial, tratar los problemas económicos, analizar y cambiar ideas... y celebrar casamientos, que son momentos de expansión cultural y de fiestas culturales colectivas". Y lo califico de "templo de felicidad y centro de cultura".

Colonización judía en la Argentina 
Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (10ma. Entrega)


Colonia Dora Calles con sulky
(2da. parte)

La primera escuela de la zona también llegó de la mano de la JCA. A principio del siglo XX, en el extremo norte de la colonia, la Jewish abrió la escuela número 225, que (aunque parezca increíble) era trilingüe: Allí se hablaba quechua, idish y castellano. En la década de 1910, con la Ley Lainez, el colegio pasó a manos de la Nación y el establecimiento de enseñanza hebrea se trasladó a la casa de la familia Munz. Todavía hay vecinos que recuerdan a una de sus maestras, Rosa Ostinelli, quien solía llegar a caballo cuando se celebraba una fiesta patria y desfilaba con sus alumnos a paso redoblado. Hoy, Colonia Dora posee dos escuelas primarias, una secundaria y una de formación  docente, pero no se imparte en ellas educación judía: en esta zona viven en la actualidad sólo 4 personas de esa religión. A pesar de haberse convertido en ciudad, Colonia Dora mantiene el aire pueblerino. Sus habitantes van y vienen todavía en sulkys. Los carruajes se adueñan  a toda hora de las calles, excepto en el momento de la siesta, que (debido al calor extremo) se extiende desde el medio día hasta las 6 de la tarde. A pesar de la sequedad reinante en la mayor parte de la provincia de Santiago del Estero, las inundaciones del Río Salado bañaron los campos de esa zona. La humedad, entonces, confiere un color interesante al paisaje. Árboles de todos los verdes (paraísos, san antonios y arbustos) hacen del camino por la ruta Nacional 34, un recorrido alegre. Si viaja para estar un día, espere el atardecer. Hay dorenses que desde Israel añoran la puesta del sol en Colonia Dora. El Cementerio Israelita de Colonia Dora tiene un portón principal (de hierro con un maguen David blanco y amarillo pastel) que se encuentra habitualmente cerrado, pero se puede ingresar al cementerio por la parte posterior, a través de una puerta pequeña que no tiene ningún tipo de inscripción. Se supone que el cementerio se inauguró en 1910, pero no existe certeza acerca de cuál fue el primer entierro.  Las lápidas reconocibles  más antiguas  datan de 1930 y pueden verse cerca del portón principal. Las tumbas más nuevas, en cambio, están cerca de la puerta trasera. Una de las tumbas más antiguas presenta dos obeliscos. Corresponde a Samuel Berco, el único rabino que tuvo Colonia Dora, fallecido el 2 de mayo de 1933, a los 70 años. Desde su llegada en 1910, hasta su muerte, fue quien realizó los oficios religiosos en las Altas Fiestas, rezos sabáticos y casamientos. Por sus conocimientos de cirugía, también era el encargado de circuncidar a los varones recién nacidos. Además, faenaba personalmente y vigilaba las vísceras de los animales que comía la comunidad judía dorense. Los vecinos cuentan que muchas de las leyendas en hebreo que todavía se leen en las lápidas de mármol fueron labradas por el religioso. Tal vez una de las muertes más inverosímiles que registre este cementerio es la de Mariano Sujovolsky, quien falleció en 1945, a los 41 años, atragantado con una manzana que comía mientras sembraba con apuro. El último entierro realizado en el cementerio de Colonia Dora fue el de Moisés Saslaver, que murió el 10 de Enero de 1990. Era un agricultor que había instalado un almacén con despacho de bebidas en Añatuya.

Colonización judía en la Argentina
Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro 11)
Moises Ville: La Jerusalem Argentina (Parte 1)

Ubicado al noroeste de la provincia de Santa Fe, Moisés Ville es un pueblo apacible, de casas bajas con pequeños jardines en la entrada y patios interiores como los que había en las aldeas europeas que los inmigrantes dejaron para "hacer la América". 
Las casas que tienen arcos sobre las ventanas y sobre las puertas, como la que puede verse en Barón Hirsch 127, son las más antiguas. Muchas de ellas tenían también una quinta en el fondo. Varias conservan en sus marcos una mezuzá. Moisés Ville fue el primer asenta­miento judío colectivo de la Argenti­na. Colonia agrícola pionera, se formó sin el apoyo de la Jewish Coloni­zation Association (JCA). Sólo después de comprar los terrenos de  Mauricio -que fue, oficialmente, el primer asentamiento judío establecido con el apoyo del Barón Hirsch-, la entidad filantrópica adquirió los campos de Moisés Ville, a los que dio un impulso de envergadura. Por eso, la calle principal del pueblo lleva el nombre del hacedor de la JGA. También la única sinagoga que sigue en funcionamiento, una plazoleta, una biblioteca y el hospital se llaman Barón Hirsch. La plaza San Martin es el corazón del pueblo. Si uno se para en el mismo lugar donde está el busto del prócer, puede ver, en diagonal, a la derecha, el antiguo Banco Comercial Israelita -hoy Banco Bisel- con varias estrellas de David en el frente y el Museo Histórico Comunal de la Colonización Judía "Rabino Aarón Halevi Goldman". En diagonal, a la izquierda, se ubica el edificio de lo que fue la cooperativa "Ganaderos Unidos de Moisés Ville" (hoy propiedad de la Sociedad Rural) y. a la izquierda, el Salón Social "Kadima" (en hebreo, "adelante"). Tal disposición deja en claro la estrecha relación que existió entre cultura y cooperativismo. Tan intensa fue la vida cultural del pueblo que se lo denominó de "la Jerusalén de la Argentina". Y los nombres de sus calles así lo reflejan: 4 "larcho" aunque la gráfica correcta era "Yarcho", "Estado de Israel" y  "Teodoro Hertzl", entre otros. Cerrando los ojos, uno puede volver cuatro décadas atrás e imaginar la plaza colmada a la siete de la tarde, hora de la típica "vuelta al perro", cuando los chicos tenían que ir a ocupar los bancos para que sus padres no se quedaran sin lugar. El suelo de la plaza quedaba cubierto de cáscaras de girasol, golosina obligada de entonces. Esa manzana se convertía en "la Florida de Moisés Ville". A un costado de la plaza, casi frente al Museo Comunal, llama la atención un cantero con forma de estrella de David, realizado en 1989 para conmemorar el Centenario de la Colonización. En torno al monumento a San Martin hay placas en homenaje al Libertador de América, a la Revolución de Mayo y también a la creación del Estado de Israel. Los pobladores se movilizan en bicicleta. Las bocinas, así como los timbres hogareños, están en desuso. Para ser recibido en una casa, basta con palmear al entrar; si alguien cierra la puerta es porque conserva todavía los hábitos de la ciudad. Ni siquiera se necesitan intermediarios para vender una propiedad. Sobre un local vacío. Un cartel anuncia: "Se vende. Tratar con Néstor Kanzepolsky", y nada más. Una curiosidad: la circulación del tránsito en las calles -y ésto se puede ver claramente rodeando el rectángulo de la plaza- es en sentido contrario al de las agujas del reloj, de derecha a izquierda. La misma dirección en que se escribe y lee en hebreo y en idish. Cuando le preguntaron al rabino de los inmigrantes, Aarón Halevi Goldman, cómo creía que debía llamarse la colonia, él contestó en idish: "Kiriat Moshe" (Villa Moisés). "Moisés sacó a los judíos de las penurias de Egipto y los condujo hacia un país propio -argumento-. Nosotros, después de haber salido de la Rusia zarista y de haber llegado a la libre Argentina, nos sentimos a semejanza de nuestros lejanos antepasados, en un lugar que será nuestra patria." El intérprete tradujo el nombre como "Moisés Ville" y oficializó así la existencia de un asentamiento que, si bien no tiene acta de fundación, había sido establecido entre fines de octubre y principios de noviembre 1889.  

Colonización judía en la Argentina
Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro 12)
Moises Ville: La Jerusalem Argentina (Parte 2)

La colonia se organizó a partir de Moisés Ville -que era el casco urbano  en torno al cual se establecieron otros asentamientos denominados según su lugar de origen "Bialistok", "Berlin", o bien por el nombre de alguno de sus  benefactores (Zadoc Kahn, Wavelberg) o hasta por el número de viviendas con que contaban   (Cuatro  Casas, Doce Casas, Veinticuatro Casas). Para poder hacer frente a las adversidades -ya fueran naturales o de comercialización-, el 5 de enero de 1908 se creó la primera cooperativa agrícola de consumo de la provincia de Santa Fe, la "Mutua Agrícola Limitada", que otorgaba préstamos a los socios para comprar maquinarias y demás mercaderías. Entre otras cosas, se incorporó la cosecha de alfalfa más resistente a la langosta-, que terminó convirtiéndose en un producto de exportación. También se logró mejorar la calidad de los vacunos y de su producción lechera al cruzar bovinos criollos con bovinos de raza. La elección de una economía que combinaba cereales, alfalfa y leche resultó una solución eficaz frente a los imprevistos de la naturaleza. "La Mutua Agrícola" promovió -junto a las instituciones, como el Banco de la Nación Argentina-_la creación de una cooperativa de segundo grado y la fundación de la hoy famosa fábrica de lácteos "SanCor", en Sunchales. Pero esa institución madre no se dedicó exclusivamente a actividades económicas. Aportó a la formación y mantenimiento de los servicios de salud, de la biblioteca popular, de escuelas y de una inmensa cantidad de actividades culturales que se centralizaban en el Salón "Kadima", a partir de su creación en 1909. Incluso llegó a arbitrar entre los colonos y la JGA, para que el litigio no llegara a la policía. La cooperativa cerró sus puertas en febrero de 1993. Hasta la vegetación autóctona de palmeras, algarrobos y chañares se modificó por influencia de los inmigrantes. La JGA trajo consigo retoños de paraísos, que fueron plantados a la vera de los caminos y que se expandieron por toda Santa Fe. Los eucaliptos también llegaron desde el otro lado del Atlántico. La convivencia entre judíos y no judíos siempre fue cordial. Si has­ta los pobladores cristianos saben los secretos para preparar comidas típicas de Europa Central, como el strudl el camishbroit Omar Delbino, el primer presidente comunal católico democráticamente electo tras 106 años de colonización, calcula que hoy viven en Moisés Ville unas tres mil personas y sólo el 15 por ciento es judía, cuando -hasta 1970- representaron el 90 por ciento de la colonia. Entre la población no se registran muchos nacimientos, ni parejas jóvenes, casi toda es gente mayor. Hay dos días en los que el pueblo se paraliza, por comple­to: el Día del Perdón (glosario) y el Día de la Virgen de la Merced, cuando la iglesia organiza una cena donde muchos de los concurrentes son judíos. El respeto es mutuo y el intercambio permanente. El Coro Polifónico Comunal, incluso, tiene casi la mitad de las canciones de su repertorio en hebreo y en idish. El Museo de la Colonización Judía funciona en la antigua sede del correo. Se inauguró en 1985 en el local de la antigua usina. Su ubicación actual se debe a una donación realizada por la familia de Sa­muel Brener, cuando se cumplieron cien años de la fundación de Moisés Ville. La exhibición esta organizada en cinco salas. La primera reconstruye la Europa de fines de siglo XIX, por medio de elementos que los inmigrantes habían traído desde sus aldeas de origen para que los acompañasen en su aventura. La segunda está dedicada a Moisés Ville, su colonia y su evolución hasta la actualidad. Gran parte del proceso puede entreverse en los registros que Pinjas Glasberg -juez de paz de la zona- realizó por propia iniciativa: Desde 1890 anotó los nacimientos, casamientos y defunciones ocurridas en la colonia en un  libro  de  contabilidad que había traído de Europa. Cada nombre está escrito en hebreo, con caligrafía difícil de comprender. La tercera sala refleja la prolífica actividad que supieron tener las instituciones locales en los años de esplendor. Y la cuarta da cuenta de los distintos oficios que practicaron los colonos. También rinde homenaje a aquellos que no recibieron tierras o que las perdieron por no haber podido cumplir con las cláusulas exigidas por la JCA. La última sala describe la evolución de las tecnologías utilizadas por los colonos. Desde el confort urbano de hoy, cuesta imaginar a un grupo de personas, aisladas en el campo, ingeniándoselas para progresar con tan rudimentarios elementos, como los que alli se observan. El museo también cuenta con un espacio de exposiciones temporarias que, además, se utiliza como sala de consulta bibliográfica y de proyección de videos. El archivo informatizado de la entidad permite buscar datos genealógicos y profesionales de los colonos. Buena parte del patrimonio del museo está condensado en un CD ROM, que reseña la vida de la colonia y puede adquirirse junto a otras publicaciones editadas por la institución Recomendamos del museo el Shofar de mediados del siglo XIX traído de Alemania, totalmente labrado, con una inscripción en hebreo. El Samovar del siglo XVI en el que se preparaba el tradicional té de Rusia. Aquí, muchos cambiaron sus costumbres y adoptaron el "mate mit miff', preparado  con  leche, en lugar de agua.        

Colonización judía en la Argentina

Moisés Ville: La Jerusalem Argentina (3) continuación... 
Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro 13)

Continuamos el relato de la semana pasada, con la descripción del Museo de la Colonización Judía que se inauguró en 1985. Allí podemos ver:

Colonización judía en la Argentina
Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro 14)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Moisés Ville: La Jerusalem Argentina (4)

Sinagoga Barón Hirsch

Queda en la calle 9 de Julio y Bartolomé Mitre, el
responsable es Herman Gerson y las visitas se
realizan concretando el día hablando a la comuna al
(03439)420-042 y hablar con Golde Gerson o Abel
Urban

Según su lugar de origen y su estrato social, cada grupo inmigrante construyó su propio espacio para el rezo. En su época dorada, Moisés Ville llegó a tener cuatro templos en funcionamiento y -durante las fiestas- los chicos iban de uno a otro, en busca de familiares, amigos y conocidos. Hasta avanzada la década de 1970, además, hubo en el pueblo un rabino. La mayoría de los colonos era ashkenazíes y por lo tanto esa fue la línea que prevaleció en estos lugares de culto, todos de tendencia ortodoxa. De las cuatro sinagogas, la única demolida fue la Litvishe, que estaba donde hoy se levanta el Bosque del Centenario. Pero sólo una, la Barón Hirsch, está en funcionamiento. Her­man Gerson, presidente del templo desde la década del 90 -cargo que también ocupó su padre en la década de 1960- recuerda que "hace cuatro décadas, cuatro sinagogas no alcanzaban; ahora hay una sola y sobra lu­gar." Hay servicios de shabat los viernes a las 19:30. Las ceremonias de los sábados a la mañana (9:30 horas) se realizan únicamente cuando se alcanza el quórum de diez judíos que se precisa para rezar.

"Pasado de esfuerzos, presente de realizaciones y futuro de proyectos". Dice el mural realizado por los alumnos de la escuela secundaria Domingo Faustino Sarmiento, como homenaje por los 110 años de la colonización. Esa pintura en la que los símbolos judíos se mezclan con las herramientas de labranza es una suerte de invitación a ingresar en el templo, que se levanta, imponente, a unos metros de allí. La sinagoga Barón Hirsch fue la primera que se construyó en el pueblo y tiene más de cien años. Era una de las pocas construcciones de material, tal vez junto con la casa del rabino Aarón Goldman, el baño ritual, y la administración de la JGA. Pero el edificio ac­tual no se conserva como el original, de 1889. En una refacción realizada en 1927 se quitaron dos salas de los costados, donde estudiaban las mujeres, y se ampliaron las galerías superiores. Durante mucho tiempo fue considerado el lugar de rezo de los ju­díos más pudientes. El templo está muy bien preservado y mantiene los bancos de madera originales. En el arón hakodesh hay diez torot porque ése era el número al que anhelaban llegar las grandes colectividades europeas, dos de ellas traídas de Rusia: una por el propio rabino Goldman y otra, por la familia inmigrante Edelman. Hay, además, una torá más pequeña, utilizada por los chicos menores de trece años en la festividad judía de Simjá Torá.

La copa de plata para hacer el kidush y un especiero de cobre que se utiliza para despedir el sábado en la havdalá, fueron donados por la Baronesa Clara de Hirsch.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro 15)

 
Moisés Ville: La Jerusalem Argentina (5)

Sinagoga Arbeter

Queda en la calle San Martín 242 y se encuentra cerrada en la actualidad. Este templo está ubicado a media cuadra de la plaza. Las rejas grises de hierro forjado, con nueve estrellas de David en su frente, son un inconfundible rastro de la vida judía. Fue levantado en 1916 por artesanos, sastres y otros trabajadores que invirtieron en su construcción muchos días, después de que cada uno terminaba su propia jornada laboral. La costearon entre todos. Por eso le decían "la sinagoga obrera". Su arquitectura, sencilla, tiene las características de las edificaciones de Europa del Este.

Las puertas y las persianas del templo permanecen cerradas desde hace diez años y la estructura fue deteriorándose por la humedad. No obstante, al entrar se tiene la sensación de que algunos objetos están allí listos, a la espera de ser utilizados otra vez: la estrella de David celeste y blanca que se colocaba en la jupá para los casamientos; el púlpito octogonal de madera e hierro forjado; el manto ritual que cuelga sobre una de las barandas; el candelabro con la cera de las velas que se consumieron en la última festividad judía de Jánuka. Sobre una mesa de madera hay, además, tres ve­las correspondientes a la ceremonia de recordación de seres queridos que han muerto. ¿Quién las habrá puesto allí?. El nombre de quién recordarán? Pese al abandono, puede percibirse la belleza que alguna vez tuvieron las galerías del primer piso, que ocupaban las mujeres. Cuentan que había pequeñas cortinas para que ellas no fueran vistas por los hombres y se distrajeran del rezo. Las tablas de maderas del techo están pintadas alternadamente en dos tonalidades de celeste y contienen tres grandes maguén David pintados, de los que penden tres Mamparas. La del centro tiene la forma de una cúpula rusa, con otros cuatro maguén David trabajados en hierro con detalles más pequeños de la misma figura.

Sinagoga Brener

Queda en la calle Dr. Iacho 122. Este templo fue creado en 1905 en lo que era la quinta de la familia Brener, por eso la institución lleva por nombre el apellido familiar. Por una cuestión de cercanía, era el lugar de rezo más concurrido por los vecinos. Declarado Monumento Histórico Nacional por su inigualable belleza, conserva aún todas sus características y mobiliarios originales. Pero, sin uso desde hace tiempo, se encuentra muy deteriorado.

Sus paredes son de ladrillo y barro y la parte interior fue construida con maderas locales. Con el paso del tiempo, la humedad fue derruyendo sus paredes y la galería en forma de "U", en el primer piso, ya no puede ser visitada. Se accedía a ella por fuera del templo y era utilizada exclusivamente por las mujeres. De todo eso, hoy sólo se ve un pequeño balcón, que daba a la gran arboleda del fondo del terreno de la que ya no quedan rastros.

Pese a todo, cuando se abren las antiguas puertas de madera, la imagen que se descubre es impactante. A pesar de que la sinagoga no posee luz eléctrica y las ventanas laterales están tapiadas, los rayos del sol que penetran por las claraboyas del techo recrean un clima místico.

El arón hakodesh no guarda ya las escrituras sagradas, pero sobre el púlpito de madera está apoyado, todavía, el texto de la bendición que se recita durante las ceremonias, antes de la lectura de la torá. Con cierto estilo renacentista italiano, el tabernáculo fue íntegramente labrado a cuchillo sobre madera por el artesano Abra­ham Silberman, y en su trabajo se distinguen frutos de la tierra, las cuatro especies que se utilizan en la festividad judía de Sucot, y águilas con cola de reptil que tocan el shofar, todo en colores muy vivos. En la parte superior, los dos leones de lehudd cuidan la torá, sobre la cual hay una corona. El arón hakodesh mide en total, alrededor de tres metros y tiene la parte inferior deteriorada por una invasión de termitas. Del centro de una estrella de David muy grande, pintada en el cielo raso verde de madera, cuelga una araña muy hermosa que fue comprada por la familia Weisburd en el Teatro Colón de Buenos Aires. Si se mira con detalle, se ven entre los cristales, sobre la estructura de hierro, los rostros que representan la tragedia y la comedia, cosa que no es muy usual en los templos judíos, donde no están permitidas imágenes de ningún tipo.

Ambas Sinagogas están cerradas en la actualidad, para visitarlas se debe llamar a la Comuna al teléfono número (03409) 420-042/420-026.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro 16)

 
Moisés Ville: La Jerusalem Argentina (6)

Naum Guelbert: Cartero las 24 horas

Si es cierto aquello de que las noticias vuelan, en Moises Ville lo hacían a un ritmo más acelerado. Las cartas no sólo llegaban siempre a destino, sino que eran entregadas sin importar la hora ni las condiciones climáticas, durante los años en que Naum Guelbert se desempeñó como jefe de la Oficina de Correos. Nacido en Constanza en 1918, é y sus padres emigraron a Rusia, donde instalaron un negocio de ramos generales; eran la única familia judía del lugar. Fue Naum el que tomo la iniciativa de mudarse a Moises Ville. Sus padres lo siguieron tiempo después.

¿Cómo empezó a trabajar como cartero? 

El 7 de diciembre de 1937 me nombraron cartero en Moises Ville y gracias a eso recorrí la colonia de punta a punta miles de veces du­rante muchos anos. Luego fui ascendido a auxiliar y más tarde, a te-telegrafista. Las autoridades del lugar en aquel entonces eran todas judías: el intendente Meir Arcavi, el comisario Pablo Novick y el jefe de correo Ernesto Manfred. Prácticamente toda la colonia estaba regida por judíos, que convivíamos sin ningún problema con los que no lo eran. Cuando falleció el jefe del Correo, accidentalmente me nombra­ron en su reemplazo pues no había otro que hiciera el trabajo. Recién después de cuarenta y seis anos de labor decidí jubilarme.

Cómo era su trabajo cotidiano?

-El saco del correo llegaba alrededor de las diez de la noche a Moises Ville, pero yo no esperaba hasta el día siguiente para repartir la correspondencia, en especial las cartas que tenían matasellos de Israel y las de los padres de los chicos que estaban en el Internado, porque yo sabia cuanto las esperaban. Las repartía enseguida y así les daba la oportunidad de escribir esa misma noche la respuesta para que pudieran despacharla al día siguiente, antes de las nueve y media. También repartía, no bien llegaban, las encomiendas destinadas la farmacia y a la veterinaria, por si traían medicamentos. Incluso fiaba el franqueo de una carta o del envío de una encomienda cuando yo sabia que las cosas en el campo no iban del todo bien.

En que se movilizaba?

-Por lo general lo hacia en bicicleta, pero el factor climático influía mucho en el trabajo. Cuando llovía, se formaban lodazales, entonces yo tenia que alquilar un caballo para distribuir la correspondencia y poder cumplir con todos.

¿Cómo era recibido en las casas?

-Era uno mas de la familia. Las puertas no estaban cerradas con llave y no hacia falta que yo gritara "cartero" desde afuera, sino que entraba directamente pues gozaba de la confianza de todo el mundo. No me iba de la casa hasta que el destinatario no terminara de leer su carta. Compartía con la gente las alegrías y las tristezas por las noticias que recibían. Si eran malas, una muerte por ejemplo, tenia que consolar a los deudos, abrazarlos y besarlos hasta que se calmaran un poco, y no me importaba saber que luego recibiría una amonestación de mis superiores. Pero cuando la noticia era linda, también la compartíamos. Si llevaba un telegrama de salutación por un casamiento me invitaban a la fiesta. Las bodas judías eran muy alegres, las ceremonias religiosas se hacían bajo la luz de las estrellas con una hermosa jupa al aire libre, y estaban invitados tanto judíos como cristianos. Cuando Moises Ville cumplió noventa años, se hizo una fiesta muy grande y me hicieron subir al escenario. De todos los rincones del salón empezaron a surgir voces que decían: "a mí me traía cartas", "y a mí también". Mucha gente recordaba con cariño que yo me quedaba en las casas hasta que terminaban de leer esas cartas.

Hay algún otro festejo que recuerde particularmente? 

-Cuando se declaró la Independencia del Estado de Israel, yo estaba en Villa Ocampo, adonde me habían trasladado, y la celebración fue hermosa. No sólo celebrábamos los judíos, sino todo el pueblo junto con todos los viajantes, cualquiera que fuese su religión. A partir de ese memento, muchas familias comenzaron a emigrar a Israel y poco a poco todo el pueblo de Moises Ville se fue desmembrando.

Moises Ville fue siempre un pueblo tranquilo? 

-No, había un lugar llamado "La Salamanca" al que era imposible entrar, ni siquiera para llevar un telegrama. Yo tenia que ir a buscar ayuda a la comisaría para que me acompañaran, pues no pasaba ni un solo día sin que hubiera un hecho de sangre. Pero gracias al cura Francisco Scotto, toda esa gente se acercó a la iglesia, junto a sus hijos y se acabaron los problemas.

Recuerda particularmente a alguna de las personas a las que le entregaba correspondencia?

 

-A mi esposa, con la que estuve casado cincuenta y cinco años. La conocí porque le llevaba las cartas del que entonces era su novio, de Cañada de Gomez. Un día un amigo me pidió que lo acompañara hasta la casa de ella, pues había recibido la visita de una prima del campo que vivía en las "Cuatro Casas", y nos pusimos a charlar. Tuvimos cuatro hijos y nueve nietos.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro 17)

 
Moisés Ville: La Jerusalem Argentina (7)
Palacios, tierra de pioneros

Una placa pintada en 1990 en el Patio de la Inmigración, en ocasión del centenario de Palacios, lo resume todo: la estación de tren a la que llega-ron los inmigrantes, un ma­te que preside la escena, un carro tirado por sufridos pero leales caballos y una vaca oronda rodeada de plantaciones prósperas de trigo, sorgo y lino. La obra se completa con dos manos entrelazadas que sostienen un libro de historia argentina escoltado, a un lado, por una cruz, y al otro, por una estrella de David. Culturas diversas se encontraron y aprendieron a respetar sus diferencias hasta dotar de identidad a este asentamiento, puntapié inicial de lo que poco después fue la colonia de Moisés Ville. Hasta 1880. sólo las igua­nas y las mulitas habitaban estos descampados del Noroeste de Santa Fe. Pertenecientes al terrateniente Pedro Pa­lacios. Su estancia tenía cien mil hectáreas y comprendía lo que después fueron las colonias y sub colonias de Monigotes, "Virginia", "Raquel", "Frías" y "Bossi". También incluía los campos que vendió, a precio sobrevaluado, a las 186 familias judías que en 1889 arribaron en el vapor "Weser". Fue en esa época cuando comenzaron a llegar italianos, alemanes, suizos, franceses y españoles para trabajar la tierra. Aquellos primeros judíos vivieron hacinados en un galpón a medio construir del Ferrocarril Central Argentino. Fue un comienzo trágico: decenas de chicos murieron enfermos y desnutridos. Debieron ser enterrados en latones de kerosén –que oficiaron de improvisados ataúdes- y se transformaron en un símbolo de ese doloroso proceso inmigratorio. Muchos años después, en el mismo galpón, se celebraría la fiesta patronal, el Día de la Virgen de San Pedro. Y hoy esa mole de chapa, de media cuadra de largo, se usa para almacenar cereales y semillas. La historia de esa construcción es la historia de Palacios. El pasto oculta los durmientes y el óxido comenzó a ganarle al blanco de las letras que indican el nombre de la estación ferroviaria. Detenido en el tiempo, aún puede verse el reloj inglés cuyas agujas se movían al ritmo del pueblo. Hoy, las horas no importan tanto. El tren pasa muy de vez en cuando y ya no transporta pasajeros, sino trigo o petróleo. Cuando se creó la estación, en 1890, el ferrocarril era el motor de la colonia. En él no sólo arribaban los inmigrantes, sino que llegaba tanto la comida como las noticias de Europa, forma de carta. También era el lugar de los encuentros sociales: hombres, mujeres y niños se vestían especialmente pa­ra ver al Estrella del Norte, que allí tenia una de sus paradas. Hoy a Palacios sólo se puede llegar en micro o en auto, por la 34. Al pueblo se accede por la calle principal, la única pavimentada; el resto sigue siendo de tierra. Las calles no tienen nombre. Palacios se extiende en una superficie de 22 mil hectáreas y su población es de 770 habitantes. En el casco urbano sólo viven 350 personas. Apenas quedan seis judíos y una catarata de recuerdos de la intensa vida comunitaria que había por la década de 1960. Las inundaciones, los sinsabores del trabajo y las ansias de que los hijos llegaran a ser profesionales hicieron de Palacios una colonia sin población judia. Pero allí no sólo dejaron un templo y un cementerio, sino también el espíritu que signó su paso.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro 18)

 
Moisés Ville: La Jerusalem Argentina (8)
Palacios, tierra de pioneros. Una estafa a la ilusión

Apenas desembarcados del "Weser", los inmigrantes se enteraron de que las tierras que les habían prometido no estaban disponibles. Y la angustia los hizo caer en una trampa. El doctor Pedro Palacios, asesor letrado de la Congregación Israelita de Buenos Aires, se ofreció a entregarles tierras de su propiedad para colonizar. Pero lo hizo a un precio altísimo y sin cumplir ninguna de las promesas de ayuda que había hecho ante los recién llegados, tal como describe Lázaro Schallman en su libro Los pioneros de la colonización judía en la Ar­gentina (Biblioteca Popular Judía / Congreso Judío Latinoamericano, Buenos Aires, 1971):

"Los boletos de compra-venta fijaban el precio de $1000 para cada concesión de 25 hectáreas; dicho precio representa un promedio de 40 pesos por hectárea, lo cual era una enormidad, pues en aquella zona se vendía entonces la tierra a razón de 5 a 10 pesos por hectárea.

Y no deja de ser sugestivo que en hoja aparte se comprometiera a Palacios a suministrar animales y herramientas a los futuros colonos, y medios de subsistencia hasta la primera cosecha. Parecería que la no inclusión de estas obligaciones en el boleto de compra-venta propiamente dicho hubiera respondido a un propósito sutil de escamoteo, que desgraciadamente se cumplió en perjuicio de los colonos.

Al descender del tren se les cayó el alma a los pies: aquello era un desierto. Carecían de lo indispensable para la manutención de la vida y hubieron de alojarse en viejos vagones de carga estacionados al borde de la vía férrea. Los pobres inmigrantes empezaron a esperar inútilmente, días tras días, que se los trasladara a sus campos, o que al menos se los alojara en viviendas que les brindaran las comodidades más elementales, sobre todo para las criaturas; pero el colonizador no pensaba en ésto, ni en el suministro de alimento adecuado, y menos aún en la provisión de elementos de labranza. Su negligencia o su irresponsabilidad era poco menos que absoluta. Pues se limitaba a remitirles de vez en cuando una bolsa de harina de maíz agusanado, o una vaca, que carneaba el rabino Aarón Goldman y asaban a la usanza criolla; sólo a la larga lograban obtener un poco de leche para los pequeñuelos, que fueron los primeros en sufrir las funestas consecuencias de la inanición.

Los obreros que trabajaban en la construcción de la línea férrea distribuían galletas viejas entre niños hambrientos que solían mendigar comida junto a sus padres (...)y era tal la desesperación que a voces se producían entre ellos verdaderos escándalos y escenas de pugilato por un mendrugo (. . .)

Empezó entonces el desbande de va­rias familias abrumadas por la angustia; unas se fueron a Monigotes donde ya había otro pequeño núcleo de inmigrantes judíos."

Otras familias marcharon a Sunchales, Santa Fe, Rosario o incluso Buenos Aires. Las que se quedaron dieron origen a Moisés Ville.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro 19)

Moisés Ville: La Jerusalem Argentina (9)


Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 20)

Ceres: La Diosa de la agricultura

Monigotes se asemeja a una fotografía. De tan quietas, sus calles parecen congeladas en el tiempo. Nada ni nadie se anima a alterar ese paisaje de caminos de tierra, casas bajas y colores claros que se levanta entre la Ruta Nacional 34 y las vías del Ferrocarril Bartolomé Mitre. Aunque tiene la apariencia de un lugar estático, Monigotes sufrió grandes modificaciones a lo largo de las décadas. Sus primeros habitantes, por ejemplo, fueron indígenas que ocuparon esas tierras hasta 1865. Dos versiones les atribuyen a esos aborígenes el nombre que ahora tiene la zona: una hipótesis señala que los indios se pintaban exageradamente la cara y por eso se ganaron el mote de "monigotes"; la otra ("Reseña histórica", Centenario de Monigotes 1880-1990, Santa Fe 1990) arriesga que el nombre refiere a un pequeño muñeco que los aborígenes tallaron en madera. 

Las primeras familias judías llegaron a "Monigotes" en 1888, antes de que comenzara oficialmente la colonización organizada. Eran ocho, provenían de París y sus pasajes fueron financiados por Alliance Israélite Universelle. Sus condiciones de vida resultaron extremadamente precarias: para conseguir alimento debían recorrer cincuenta kilómetros hasta Sunchales en carreta, odisea que demoraba por lo menos dos horas. No obstante, pronto se les sumaron otras dos decenas de familias, que huían del hacinamiento de Palacios. Pero las langostas y las sequías acabaron con las plantaciones de trigo y este incipiente esfuerzo colonizador fracasó.

Los inmigrantes se dispersaron en las ciudades de Santa Fe, Rosario y Buenos Aires. Y el primer asentamiento de "Monigotes” -conocido como "La Vieja"- desapareció. En 1904, la Jewish Colonization Association (JCA) envió un nuevo grupo de familias a la zona. Las proveyó de herramientas de labranza para que trabajaran la alfalfa y la ganadería. Así renació la colonia. Cuyo crecimiento se vio reflejado en el desarrollo de sus instituciones. En menos de treinta años tenían ya una comisión de fomento, un juzgado de paz y una sinagoga. La iglesia recién se levantó en 1958. Hasta entonces, los feligreses católicos oficiaban misa en sus casas. El cooperativismo fue otra de las improntas que la comunidad judía dejó en "Monigotes". No sólo se instaló una sucursal de "La Mutua Agrícola de Moisés Ville", sino que también se creó la "Cooperativa de Tamberos Unidos de Monigotes Ltda". y la "Cooperativa de Tamberos de Algarrobal Ltda.”. Con el tiempo, varias de ellas se asociaron a la empresa láctea "SanCor".
“Monigotes" recibió al siglo XXI con seiscientos habitantes. De las ciento veinte familias judías que vivían allí en 1940 hoy sólo quedan sus huellas.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 20)


Ceres: La Diosa de la agricultura 

A diferencia de la mayoría de las ciudades del interior del país, Ceres no cuenta con el tradicional centro cívico que rodea a la plaza principal. Su diseño urbanístico está intimamente relacionado con su economía: cuatro bulevares confluyen en la estación de tren y cruzan en diagonal toda la localidad, para facilitar el traslado de las cosechas a la hora de la comercializacion. No sólo el trazado de las calles está signado por la economía local. Nada menos que Ceres, la diosa griega de la agricul­tura, es quien da nombre a esta ciudad de 15 mil habitantes. 

Su estatua blanca y radiante se levanta sobre la Avenida de Mayo -un ancho boulevard que nace en la Ruta Nacional 34, muy cerca del monumento al Himno Nacional, canción patria que sirvió para amalgamar a los inmigrantes italianos, españoles, alemanes, franceses, sirios, rusos y polacos que poblaron el lugar. Hasta que ellos arribaron, toda esta zona era campo desértico. 

La fecha oficial de fundación de Ceres es el 1° de Julio de 1892, pero un acontecimiento previo ya le habia dado impulso a la zona: la creación de la Sociedad Anónima Colonizadora Argentina -fundada en 1888 por Vicente Casares y Tristán Malbrán-, que dio orígen a las colonias de Ceres. Hersilia y Selva. La primera de ellas se convirtió en la sede administrativa de la empresa y éso deteminó que, con el tiempo se transformara en un importante centro urbano. 

Entre esos inmigrantes había muchos judíos, que recién lograron organizarse en forma comunitaria en 1922, cuando crearon -a semejanza de lo que ya ocurría en Monfefiore- la Unión Israelita local. Muy pronto, Ceres se convirtió en el primer destino adonde emigraban los colonos de Montefiore en busca de una mejor calidad de vida. "Los jóvenes con ansias de progreso buscando otros horizontes y detrás de ellos, sus padres. Ya no se podia mantener una vida comunitaria y nos fuimos a Ceres, que nos ofrecía todas las comodidades de una pequeña ciudad. 

En el campo de Montefiore cuando llovía copiosamente durante un tiempo estábamos aislados, aquí eso no sucedía". Con el tiempo, la comunidad logró tener su propia biblioteca, una sinagoga, una escuela y un cementerio. Algunos de sus miembros llegaron a ocupar altos cargos en las instituciones de la ciudad. Uno de los más recordados fue Ernesto Ainstein. más conocido como "Canito", que fue nombrado comisario de Ceres en 1958.

La vida Judia local tuvo una profusa actividad hasta avanzada la década de 1970, cuando había más de ciento veinte familias. Hoy sólo quedan treinta y siete. "Es difícil describir la historia de nuestra comunidad sin añorar el pasado, sufrir el presente y luchar y soñar con un futuro", sostiene Ariel Klinkovtzky, productor agropecuario y presidente de la Unión Israelita. Sus manos curtidas demuestran que buena parte de sus 37 años estuvieron dedicados al arduo trabajo del campo.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 21)


Montefiore, campo y cielo

"Montefiore, una colonia en crecimiento", asegura -vaya a sa­ber desde cuando- un cartel de chapa en la entrada de este pue­blo que recibió la luz eléctrica y el teléfono en la ultima década del siglo XX. Ubicado a 15 kilómetros de Ceres, para llegar hay que atravesar varios kilómetros por caminos de tierra donde sólo hay campo, cielo y alguna construcción abandonada. Metros antes de la entrada, se ve a la derecha la casa donde funcionaba la administración de la Jewish Colonisation Association (JCA).

De casas bajas y rudimentarias, Monte­fiore fue una de las últimas colonias fundadas por la JCA. Y si bien actualmente vive allí un centenar de personas -en su mayoría, empleados rurales con familias numerosas-, ya no quedan miembros de la comunidad judía. Fueron esos inmigrantes los que desmontaron terrenos vírgenes con picos y hachas para transformarlos en los campos fértiles que son hoy. Algunos de los descendientes administran todavía esas tierras, pero desde Ceres u otras ciudades vecinas. En sus mejores años -por la década de 1940-, Montefiore llegó a tener tres escuelas bilingües, cinco sinagogas y dos bibliotecas. Había, además, dos salones culturales: el "Louis Oungre" y el "Claudio Montefiore", donde ensayaban grupos de teatro vocacional que presentaban obras en idish. También se proyectaban películas. Los sábados por la tarde, los colonos rezaban para que no lloviera: nadie quería perderse las dos únicas películas que se pasaban por semana en "el Claudio". La fiesta terminaba a la noche en el salón "Oungre" con rancheras, chamamé y tango al ritmo de orquestas. Las más recordadas son la de los "Hermanos Carena" y la de los "Hermanos Montovani". Había músicos invitados para los bailes organizados en las fechas patrias y por supuesto para los bailes de Purim, donde se elegía la Reina Esther. 

De todo ese esplendor, hoy quedan el cementerio, un templo semiabandonado y algunos otros vestigios aislados que permiten reconstruir aquellos tiempos de colonización pujante.


Tierra de éxodos


La colonia de Montefiore lleva el nombre de un filántropo europeo bautizado "el redentor de los desamparados" por su constante ayuda a los judíos perseguidos. Fundada en 1912, se levantó sobre los terrenos que habían pertenecido a tres estancias particulares.

Muchos de los que se asentaron en ella fueron judíos llegados de otras colonias. La experiencia que traían como campesinos ayudó a que muy rápidamente se formara la "Asociación Agrícola Limitada." Al cabo de un año, cada colono tenía su alfalfar (de 15 a 25 hectáreas), quince vacas lecheras y entregaba la leche a la cremería."

Otros colonos, en cambio, trabajaron como sastres, herreros y talabarteros. "La gente vive en grupos de cuatro casas. Lo suficientemente lejos como para que no puedan hablar entre los vecinos y lo suficientemente cerca, como para que se mezclen las gallinas", testimoniaba en una carta, escrita en idish, una mujer recién llegada de Europa. Dos años después de fundada la colonia, una inundación causó estragos. "Montefiore se transformó en un inmenso lago, con pequeñas islas. Los caminos se transformaron en canales. 

Llegar a Ceres para buscar abastecimiento, demandaba dos jornadas de ida y dos de regreso." El éxodo fue tan grande que las 208 familias que había en la colonia antes de la tragedia se redujeron a 140 cinco años más tarde. 

Poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, llegaron quince familias de Polonia, Checoslovaquia y Rumania, y en mayo de 1940 arribó, en el vapor francés "Florida", el últi­mo grupo de inmigrantes europeos traídos por la JCA. "Éramos distintos en todo a los Viejos colonos -recuerda Moisés Katz, uno de los que llegaron en el último contingente de nueve fa­milias-, solamente hablábamos idish, llevábamos la cabeza cubierta a la manera de los judíos ortodoxos y las mujeres casadas estaban rapadas.”

Hacia la década de 1950, el mejoramiento económico y la despoblación de la colonia se dieron casi simultáneamente: La gente con más recursos se mudaba al pueblo en busca de otras perspectivas. Para fines de esa década, ya no quedaban más colonos en sus campos.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 22)


San Cristóbal: Una ciudad con vida de pueblo

Declarada ciudad el 1° de marzo de 1959, San Cristóbal no
perdió ninguno de los hábitos pueblerinos: el saludo atento de cada vecino, los chicos en la calle corriendo detrás de la pelota y la siesta vespertina. No obstante, sus calles tienen toda la actividad administrativa y comercial inherente a ser la cabecera del departamento que lleva su nombre.

Las tierras donde hoy se
asienta la ciudad fueron cedidas en el siglo XIX por el gobierno provin­cial a Cristóbal de Munieta, un banquero londinense. Su nombre quedó unido eternamente a esta zona, a pesar de que el financista ya nada tenía que ver con la propiedad del latifundio cuando el gobierno provincial decretó, el 21 de octubre 1890, la fundación del pueblo San Cristóbal. Poco después comenzaron a llegar al lugar franceses, italianos, españoles, libaneses y judíos de Rusia y de Polonia. Espacio de cruza cultural, los edificios de la ciudad -como el de la Sociedad Italiana y el de la Sociedad Israelita, entre otros- dan cuenta, aún hoy, de esa mixtura de orígenes.

La población judía de San Cristóbal está compuesta, en la ac
tualidad, por veinte familias, la mayoría de ellas integradas por matrimonios mixtos, describe Gregorio Sorkin, presidente de la Asociación Israelita de San Cristóbal. "La comunidad judía fue la cuarta de las instituciones organizadas después de la francesa, la italiana y la española. Hoy, Ia única que tiene plena vigencia es la Sociedad Italiana, explica el historiador y periodista san cristobalense Osvaldo Giussani. 

La estación del ferrocarril Belgrano corta San Cristóbal en dos. Los talleres ferroviarios que se extienden hacia cada uno de los lados, a lo largo de más de cuatro cuadras, marcaron a fuego la identidad de la zona. Y se transformaron muy pronto en la principal fuente de trabajo, donde se armaban los coches y vagones procedentes de Europa. El ba­rrio obrero que se levantó en torno a ellos pasó a formar parte de la geografía del pueblo.


El tren no sólo dio empleo a los metalúrgicos, sino que también
sirvió como el medio más eficaz de intercambio agrícolo - ganadero de los productores de la zona. A mediados de la década de 1990, el cierre definitivo de los talleres provocó el éxodo de los operarios que trabajaban allí y de sus familias; en la actualidad, esos inmensos galpones son utilizados por cooperativas.

"Aquí no hubo Jewish ni colonización agrícola independiente
-sostiene Gregorio Sorkin-. Algunos de los primeros judíos que se asentaron acá trabajaron en el ferrocarril, que era el gran empleador de San Cristóbal."

 

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 23)


Santiago del Estero: La madre de las ciudades

Apodada la Madre de las Ciudades, Santiago del Estero es la  capital provincial más antigua de la Argentina. Nació el 25 de julio de 1553, veintisiete años antes de la segunda fundación de Buenos Aires.

Santiago es una ciudad de construcciones centenarias, que sorprende por sus basílicas y ornamentos católicos. Entre ellos, la Catedral o el Convento de Santo Domingo, por nombrar sólo a los más importantes. Observándolos, se avizora la vida de los conquistadores españoles, los primeros extranjeros en llegar a estas tierras, cuyos habitantes originales eran los indios quechuas. Si bien la vida judaica creció a la sombra de una sociedad fervientemente católica, la colectividad judía se desarrolló en la ciudad y obtuvo numerosos reconocimientos. A mediados del siglo XX, por ejemplo, una calle céntrica de la ciudad recibió el nombre de Estado de Israel. La época de oro del judaísmo local fue hacia 1950, cuando la comunidad era numerosa, integrada por cien familias ashkenazies y veinte de origen sefaradí. La mayoría había llegado desde Colonia Dora, empujada por las inclemencias climáticas que tornaban imposible la agricultura como medio de vida. En la actualidad, en la ciudad quedan sólo treinta y dos fa­milias, que viven armónicamente entre los 212000 habitantes de la ciudad. En Santiago del Estero nunca existió una sinagoga formal, pero en 1930 se inauguró la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos, donde hasta hoy funciona un salón de rezos en la habitación más grande de esta casa sencilla.

En el mismo edificio funcionó la escuela hebrea J. N. Bialik -en la que, después de la década de 1960, sólo se dictaban clases esporádicamente- y la Caja de Créditos y Socorros Mutuos Sociedad Cooperativa Ltda., que otorgó préstamos accesibles hasta que tuvo que cerrar debido a los numerosos problemas surgidos entre los socios. En lo que fueron sus oficinas aún pueden verse fotos de los antiguos casamientos, que se celebraban en el patio de la Sociedad Israelita. Si bien todavía se realizan con periodicidad bar y bat mitzvá de los chicos de la comunidad, desde mediados de la década de 1980 no se celebra ningún matrimonio. La otra institución que posee la comunidad judía es el cementerio, ubicado sobre la avenida Malvinas al lado del cementerio municipal, Fue habilitado cuando el gobernador Carlos Arturo Juárez donó el predio a la colectividad. Un aire recoleto acompaña a las ciento ochenta tumbas, que en su mayoría presentan lápidas escritas en caracteres góticos. La elegancia de los monumentos y la hermosa arboleda tornan agradable la caminata por el lugar. Los algarrobos plantados en la década de 1950 brindan un bien escaso en esta ciudad donde el sol abrasa: fresca y regocijante sombra.


Sitios de Interés:
Sociedad Israelita de Socorros Mutuos
Dirección: La Plata 146.
Visitas: Víctor  Mondschein, al (0385) 421-4034.

En la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos se realizan las ceremonias religiosas en las Altas Fiestas. Es un salón tan amplio como sencillo. Tiene una larga mesa, donde se apoya la torá y una llamativa lámpara -donada en 1956- de bronce con forma de menorá, sostenida desde el techo por un maguen David. En esa misma sala, donde se reúne también un movimiento de jóvenes judíos, sobresale una escultura que representa un rostro desgarrado, un edificio que se está derrumbando y una leyenda que, en nombre de todas las tragedias, grita "Nunca Más". Junto al salón de rezos hay una pequeña puerta que anuncia que allí se guardan los rollos sagrados. Adentro, un armario cubierto por un cortinado de terciopelo verde resguarda tres torot, cuyas fundas fueron donadas en 1999 y estrenadas para las fiestas del año 2000. En otro salón de la casa funcionó la Escuela Hebrea "J. N. Bialik", que todavía conserva los pizarrones y los bancos que utilizaban los alumnos. Algunos cuadernos de los estudiantes pueden consultarse en la Biblioteca Ajad Haam que allí funciona. Posee libros en idish y en hebreo.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 24)

Presidencia Roque Saenz Peña:  Sembrar comercios


Presidencia Roque Sáenz Peña se fundó el 1° de marzo de 1912 bajo el nombre de "Kilómetro 173", que era la distancia recorrida hasta llegar al lugar por el ferrocarril que, proveniente de Resistencia, se dirigía a Metán, en Salta. Poco después recibió su actual denominación. Es la segunda ciudad de Chaco en importancia y se conformó gracias al aporte de españoles, italianos, rusos, polacos, yugoslavos, checoslovacos, búlgaros y ucranianos arribados a principios del siglo XX. Por eso, las historias de barcos, desarraigos y encuentros atraviesan a sus 83 mil habitantes.

A partir de la década de 1920. llegaron familias judías -desde Montefiore, Ceres, Rivera, Carlos Casares, Basavilbaso y Charata-, para dedicarse al comercio. "Se venían por dichos de la gente, que decía que en el Chaco había mejores condiciones de trabajo, mucha hacien­da y estancieros que eran potenciales clientes de profesionales y comerciantes", explica Ricardo Mendelshon, uno de los custodios de la memoria judía de Pre­sidencia Roque Sáenz Peña, una ciudad muy tranquila que vivió su época de gloria tras la inaugura­ción de un complejo termal que ahora está en desuso. A mediados de la década de 1940, llegó a haber en Presidencia Ro­que Sáenz Peña casi doscientas familias judías, de las que hoy apenas queda una decena, cuyos hijos adolescentes se van radicando en las grandes urbes una vez terminado el secundario.

Asociación fraternal israelita de Presidencia Roque Sáenz Peña

Poco y nada queda ya de esa comunidad que en la década de 1930 vivió su época dorada, cuando llenaba su inmenso salón en cada encuentro. Apenas una placa sobre una pared lateral permanece como testigo de aquellos años de esplendor. "Asociación Fraternal Israelita en permanente homenaje a sus fundadores 27 de septiembre de 1923 - 27 de septiembre de 1953", dice debajo de dos manos en relieve que se estrechan sobre el bronce.
"Mantuvimos las festividades religiosas mientras Samuel Oscherov vivió en Sáenz Peña, hasta 1977. Fue el último oficiante", recuerda David Wolcoff, un antiguo habitante de Sáenz Peña que ahora reside en Resistencia. Aquí no hubo un rabino que guiara los rezos, sino que lo hacían ancianos de la comunidad, con los conocimientos que traían de Europa. Hasta la última torá se marchó de Presidencia Roque Sáenz Peña. Fue trasladada en 1985 a Resistencia, con la esperanza de que alguien reparase el daño que le habían provocado unas impiadosas hormigas. Las siete ventanas que permitían el ingreso de la cálida luz del sol ahora se encuentran tapiadas. Sin embargo, el frente se mantiene imponente, con sus aberturas ovales y un gran Maguen David en relieve sobre los portones celestes. EI lugar hoy está semivacío y con el cielo raso estropeado por las lluvias, pero es posible imaginar la alegría que colmó a los invitados de la ultima fiesta de casamiento que se celebró, en 1980. Contra la pared derecha, descansa -cubierto por una funda roja- el antiguo piano con que se musicalizaban las obras de teatro representadas en el escenario que aún perduran en un extremo del salón.

Luego de atravesar la cocina, se llega a la cancha de básquet, donde solía reunirse la juventud, que nunca fue numerosa. También puede verse la pequeña aula donde se dictaban clases de idish hasta fines de la década de 1960. Al lado del salón funcionó la Cooperativa de Crédito Israelita, que daba préstamos a los comerciantes. Funcionó hasta 1958, cuando fue vendida al Banco Israelita de la República Argentina y luego al Mercantil. Hoy, las instalaciones son cedidas en forma gratuita para que funcionen un comedor para chicos de la calle, un grupo de tercera edad y otras instituciones de bien público.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 25)

General Pinedo, Provincia del Chaco

General Pinedo formaba parte de la línea que recorría el ferrocarril hasta Las Breñas, donde se asentó un grupo de familias judías en la segunda década del siglo XX. Igual que la colonización en Charata, se trataba de un emprendimiento totalmente independiente de la JCA. Muchos de estos agricultores -que también se dispersaron por Colonia Necochea, Pampa Cabrera, Campo Wasinger, El Puca, Campo Smith y E. Palmar- iban a probar suerte, tras sumar fracasos en las colonias de Santa Fe o Santiago del Estero. Pero el clima adverso y las escasas posibilidades de progreso movieron a la mayoría a mudarse nuevamente. Esta vez a Presidencia Sáenz Peña y Villa Ángela, segunda y tercera ciudad en importancia de la provincia, respectivamente.

Como testimonio de este paso por Pinedo, queda un pequeño cementerio oculto y semiabandonado. Son veintinueve tumbas; la más antigua data de 1938. Las tumbas de las mujeres están sobre la izquierda; la mayoría, enfrentadas a las de sus maridos. Los separa el único camino que hay en el predio. Para llegar al cementerio se debe tomar la calle principal del Pinedo y continuar por el camino de ripio. Cuando se termina, hay que doblar a la derecha y bordear el cementerio cristiano por la derecha. El cementerio judío esta detrás.

PARA TENER EN CUENTA

-No hay ningún tipo de señalización. -Las llaves del predio las tiene el inspector muni­cipal, en la sede de gobierno: Calle 23, Nº 402, teléfono (03731) 480-064,

Ubicación

General Pinedo se encuentra a unos 20 kilómetros al sur de Charata.

Como llegar:

Sólo hay que salir a la Ruta Provincial 94, que conecta Charata con Ge­neral Pinedo.

Donde hospedarse:

-Hotel Gualamba Calle 8, Acceso Central. Telefax: (03731) 480-064.

-Hotel Parra Tradicional, Av. Intendente Pedro Parra 260. (03731)480-107.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 26)

Villa Ángela, la chaqueña

El tránsito de la avenida principal de Villa Ángela, la 25 de Ma­yo, se atiene al ritmo de los aserraderos. Los ciclomotores y bicicletas, los dos medios de transporte más usados, se atascan por un instante detrás de los lentos camiones que se dirigen a los obrajes cargados de troncos. El movimiento de esta arteria contrasta con el de las calles de ripio, cuya tranquilidad parece alcanzar su punto máximo a la hora de la obligada siesta, y se acrecienta gracias a la refrescante sombra que brindan bondadosos sauces, ceibos, paraísos y palmeras.

Villa Ángela debe su nombre a la esposa de Julio Martin, uno de los propietarios de la primera empresa que se dedica explotar el monte a principios de siglo, en lo que entonces se conocía como Pueblo Viejo. En torno a esa compañía -llamada "La Chaqueña"- nació, creció y se desarrolló la ciudad.

Los primeros judíos aparecieron por allí, de manera aislada, en 1905. Habían llegado desde Santa Fe y se dedicaban a abastecer de alimentos a la línea fronteriza del Ejército Nacional. Casi una década después, a fines de 1914, la llegada del ferrocarril al pueblo atrajo una corriente inmigratoria que incluyó a dos decenas de familias sefardíes. De origen marroquí. Otras arribaron desde Polonia por el sistema de "llamada", es decir, convocados por algún familiar que ya se había instalado en la Argentina. El objetivo era común para todos: dejar atrás las persecuciones, el hambre y encontrar un trabajo digno. Y a partir de 1920 se sumaron también familias desde las colonias santafesinas de Moisés Ville y Montefiore, atraídas por la posibilidad de ocupar tierras fiscales sin pagar tributos. La mayor afluencia judía se dio en la década de 1940, cuando las cosechas de las colonias santafesinas sumaban fracaso tras fracaso. En aquellos años, la colectividad judía de Villa Ángela llegó a contar con ciento veinte familias. Muchas habían hecho una escala previa en la zona agrícola de Charata o General Pinedo, pero ante las mejores oportunidades que ofrecía esta ciudad decidieron nueva mudanza. Sin embargo, la mayoría no siguió con el trabajo rural. Por el contrario, prefirieron el comercio o se dedicaron a diferentes oficios: hubo desde panaderos hasta sastres. Un proceso similar se repitió después, con los hijos de aquellos colonos que decidieron marchar a las principales ciudades del país para estudiar y lograr un futuro mejor. Hoy, de los 31.500 habitantes que tiene Villa Ángela, apenas veintiséis familias son judías

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 27)

 Avigdor: de Alemania al campo

Las tierras a las que llegaron los inmigrantes judíos que, en 1936 fundaron la colonia Avigdor, se veían entonces tal como ahora: inmensidades de campo quebradas por cantidad de arroyos y azarosos caminos de agua, que se multiplican apenas caen algunas gotas de lluvia. En ese rincón del noroeste de Entre Ríos basta clavar la vista en el horizonte para confirmar que -tal como se promociona oficialmente- es la provincia de "todos los verdes": desde el verde amarillento de las espigas de trigo en octubre y noviembre, hasta el verde azulado de los linos en septiembre. Avigdor es un pueblo pequeñísimo. Al llegar, se atraviesa un arco blanco y, unos metros mas adelante, un puente de madera construido cuando se fundó la colonia. A la izquierda, al avanzar un poco, se extiende la calle principal, que no tiene nombre pero se reconoce porque es la típica asfaltada. Pocas construcciones y mucho campo.

En cierto sentido, este asentamiento es una excepción en el plan general de la Jewish Colonisation Association porque no nació en la época de mayor movimiento inmigratorio sino bastante después; y porque los que  desembarcaron aquí no eran rusos víctimas del zarismo sino judíos que huían de la Alemania Nazi. En menor medida, también llegaron entonces rumanos y polacos. En 1936, cuando arribaron los primeros judíos a Avigdor, Adolf Hitler llevaba tres años en el gobierno y ya había dictado las leyes de Nuremberg, medidas antisemitas que prohibían a los judíos todo contacto con los arios: desde contratar a un alemán hasta casarse con él u ocupar cargos públicos. Los inmigrantes que
desembarcaron en la Argen­tina dejaron familiares y pertenencias en un país al que, hasta entonces, habían sentido propio. Mucho más que los judíos de otros lugares, los de Alemania se habían mostrado orgullosos de su identidad nacional. La JCA había comprado las tierras de la zona en 1932 y las tenia arrendadas para pastoreo. Hasta que, advertidos del peligro que nuevamente acechaba a los judíos, las lotearon para su colonización. Muchos de los refugiados alemanes llegaban a los campos sin haber tomado nunca un arado y sin saber distinguir una vaca de un toro. Pero se sobrepusieron. Cuando se inauguró la colonia el tren que viajaba entre las ciudades entrerrianas de Diamante (sudoeste, sobre el río Paraná) y Federal (al norte de la provincia) sólo llegaba hasta Bovril.


Desde ahí, los colonos debían subirse a los carros y andar 20 Km por caminos barrosos con dirección norte para llegar a sus campos. Las 20 familias pioneras -que apenas arribadas fundaron la
cooperativa de Avigdor- se transformaron en 112 luego de declarada la Segunda Guerra y siguieron sumándose hasta 1941, cuando se instaló el último grupo proveniente de Rumania. Durante esos años casi toda la población era judía y eso se notaba en las calles: desde el hecho de que la mikve estuviera ubicada en un lugar central, entre la sinagoga y la escuela, hasta que era imposible escuchar un carro andar en día sábado. En el Monte Sarmiento -un alto del terreno localizado a unos metros de la calle principal- pueden distinguirse, todavía, los eucaliptos plantados por los jóvenes colonos. Hoy, en Avigdor viven cuarenta familias, diez de ellas judías, que se conocen como entonces: una a una, con nombre y apellido.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 28)

  

Villa Alcaraz: Una palma de Caranday y un Maguen David

En el noroeste de la provincia de Entre Ríos, a 102 kilómetros de la ciudad de Paraná, se encuentra Villa Alcaraz. Luego de trasponer una arcada que se levanta sobre la Ruta Pro­vincial 127 se ingresa a un pueblo tranquilo, pese al movimiento constante en sus calles. La vorágine callejera sólo se detiene a la hora de la siesta, cuando el lugar parece habitado por fantasmas.

Casi  todas  sus  calles  son anónimas y de tierra, excepto la principal -la 9 de Ju­lio-, que está asfaltada.

Por eso Villa Alcaraz se vuelve intransitable los días de lluvia pa­ra el turista, pero no para sus 2300 habitantes, que continúan su vida como si nada sucediera. El escudo de Villa Alca­raz resulta  esclarecedor.

Debajo de un cielo celeste,   muestra  una palma de caranday -típica de la zona- y una vaca en primer plano, mientras que en el centro se dibuja un carro, con bolsas de cereales en su interior y una particularidad en sus ruedas: en una de ellas hay tallada una cruz y en otra una estrella de David.

Es que el casco urbano que rodeaba la estación de tren de Alcaraz quedó protegido por dos colonias de la Jewish Colonization Association (JCA): El asentamiento "Leonardo Cohen" -que se encontraba al este de la parada ferroviaria- y la Colonia Luís Oungre, que se encontraba al oeste.

Si bien Villa Alcaraz no se encontraba en terrenos de la JCA, cobijaba al edificio de su administración, una casa que hoy es propiedad privada y aún puede verse.

Fundada en 1924, "Luís Oungre" ocupaba 9239 hectáreas. Recibió el nombre de un director general de la JCA que, a fi­nes de la década del '30, visitó las colonias de Entre Ríos y Buenos Aires.

El asentamiento "Leonardo Cohen" se creó en 1931. Contaba con 13835 hectáreas y fue bautizado con el nombre de uno de los presidentes de la JCA. Ambas colonias constituyeron, junto con Avigdor, el último asentamiento organizado de judíos europeos en la Argenti­na. Al comienzo llegaron rusos, rumanos y polacos, pero los últimos grupos en asentarse

-los más numerosos- eran alemanes que huían del régimen nazi.

En verdad, los primeros habitantes de la colonia "Leonardo Cohen" fueron 28 colonos, elegidos entre los hijos de inmigrantes de otros asentamientos. Pero, ya en 1937, se establecieron 26 familias alemanas.

Los primeros habitantes de "Luís Oungre" -rusos, polacos y rumanos- llegaron en 1925 y recibieron lotes de 75 hectáreas. Se distribuyeron en grupos de dos familias y cada una de ellas tenia una casa de ladrillos, cobertizo de madera y juncos, un pozo de agua que, aunque su sabor era salado, podía beberse.

La economía de la zona era -y sigue siendo- mixta, combinaba la agricultura y la industria lechera. También existió la explotación frutícola (con durazneros y citrus,  entre otras especies) y muchos pioneros se dedicaron a la cría de aves de corral.

Como en casi todas las colonias de la Jewish, aquí también hubo un gran desarrollo del cooperativismo. Vecinos de am­bos asentamientos crearon en 1935 la "Cooperativa Agrícola OCAVI", fundada en 1931 por 200 socios. Producía trigo, sorgo, maíz, lino y girasol. Hasta que cerró, a mediados de los '90, gozó de gran prestigio.

Además, en "Luís Oungre" llegó a funcionar una sucursal de la "Cooperativa Tamberos Unidos" que se fundó en 1932 y permaneció abierta durante dos décadas. Algunos viejos colonos aún hoy recuerdan que en su cremería "se trabajaba mucho: cada colono llevaba diariamente 30 litros de leche." El desarrollo económico estuvo siempre acompañado de una intensa vida espiritual.

En la zona de las colonias llegaron a haber cinco sinagogas, de las que hoy queda una sola, en Villa Alcaraz.

Además de un club israelita y una biblioteca, esas tierras contaron con dos escuelas fundadas por la JCA, que finalmente fueron donadas al estado provincial.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 29)

  

Villaguay: Río de Tigre

La ciudad de Villaguay esta ubicada en el centro geográfico de la provincia de Entre Ríos y se convirtió en natural anfitriona de eventos culturales, deportivos y sociales.

Hasta fines del siglo XVIII, Villaguay fue una posta a mitad de camino entre el Arroyo de la China (hoy, Concepción del Uruguay) y la bajada del río Paraná. La localidad comenzó a crecer a partir de 1821, cuando el militar Lucio V. Mansilla -el padre del autor de “Una excursión a los indios ranqueles”- asumió como gobernador de Entre Ríos. Bajo su mandato, se compró un terreno para construir una casa parroquial, un cementerio y una capilla, alrededor de las cuales fue desarrollándose el vecindario. El 20 de noviembre de 1823 quedó fundada la ciudad.

El lugar fue bautizado como Santa Rosa de Villaguay. El nombre, sin dudas, esta relacionado con la manera que los guaraníes llamaban a la zona: Vaguay ("río de tigre"). Pero no era la única denominación, también le decían Biyacua (manantial que brota del tronco).

Hasta 1873, el paraje fue administrado por comandantes militares y muy poco tiempo después, a partir de 1880, se establecieron en Villaguay diversas colectividades: italianos, españoles, alemanes, belgas y rusos, quienes impulsaron el crecimiento decisivo de la ciudad.

Los judíos llegaron a Villaguay provenientes de las colonias agrícolas que la Jewish Colonisation Association (JCA) fundó en el centro de Entre Ríos. La mayoría era de origen ashkenazi y llegó desde Ingeniero Sajaroff , Perliza, Desparramados, Villa Clara y Villa Domínguez. Al principio se reunían en sus domicilios particulares para realizar encuentros sociales y oficios religiosos. Los habituales anfitriones solían ser las familias Bortnik y Frejtman.

Durante la década del '40, la comunidad judía de Villaguay empezó a pensar la idea de institucionalizarse. Fue el 7 de agosto de 1948, en la casa de Gregorio Schwartz, donde se designó la primera comisión directiva, cuya principal misión era la de la construcción de una sede social La meta se cumplió el 14 de junio de 1953, cuando se inauguró, en la calle Balcarce, la asociación israelita local.

Hasta ese momento las 120 familias judías alquilaban un local, ubicado en 9 de julio y San Martin, donde hoy funciona una escuela de nivel medio.

Allí se celebraban los oficios religiosos, mientras que las clases de hebreo se dictaban en distintas casas de familia. Hoy Villaguay sigue teniendo aroma judío: medio centenar de familias israelitas viven aquí junto a otras casi 54 mil personas.

En la actualidad, la ciudad presenta una variada y completa oferta turística. No sólo por la oferta de hoteles y restaurantes, sino también por sus espectáculos gauchescos y por los diversos deportes náuticos que pueden realizarse en sus balnearios. Pero no termina ahí: Villaguay ofrece una atractiva actividad cultural en el cine teatro "Ernilio Berisso", en el centro Cultural "Usina Vieja" y en el Centro Municipal de Exposiciones "Paseo de la Estación", en el viejo andén del ferrocarril Urquiza.

La semana que viene continuaremos con Villaguay

 

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 30)

Villaguay: Asociación Israelita Argentina

Continuamos desde donde dejamos la semana pasada.

En 1953 "el Salón", como le siguen diciendo los vecinos a la sede de la Asociación Israelita Argentina de Villaguay estuvo listo. Todos los habitantes de la ciudad, judíos o no, presenciaron la inauguración y así consta en el acta fundacional que hoy puede verse en la biblioteca de la sede.

El edificio es el mismo de entonces: sólido y moderno, incluso para su época.

Tiene una sola planta, de 15 metros de frente y se mantiene pintado de blanco. No bien uno atraviesa un pequeño recibidor, aparece a la izquierda -frente a la secretaría de informes- una amplia biblioteca sobre la historia del pueblo de Israel, en hebreo y castellano.

Delante de la biblioteca se abre un gran salón. Amplio, alargado y de techos altos, se utiliza para las conmemoraciones de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, para recibir a celebridades de la cultura y la política y para exhibir obras de teatro (algunas en idish), conciertos y espectáculos de danzas israelíes típicas.

No hay aquí un templo formal, pero sin embargo, este espacio se adapta para celebrar Rosh Hashaná, lom Kipur, Pésaj, Jánuca, Sucot, y cada viernes, el kabalat shabat.

Mientras no se usa, el arón hakodesh se guarda en una salita contigua. Está hecho en madera de cedro y resguarda a cinco torot, dos de importantes dimensiones y otras más pequeñas que utilizan los niños en las celebraciones escolares. Cada una de ellas posee una corona y un iad, que señala donde se abandonó la última lectura de las sagradas escrituras. Cuando el calendario anuncia alguna festividad judía, el arón hakodesh se muda al salón. Se coloca frente a una tarima, delante del escenario, que repentinamente se transforma en bimá. Como en Villaguay no hay rabinos, para los oficios suelen llegar jóvenes miembros del Buenos Aires.

A través de un pasillo, el salón se conecta con la escuela hebrea, un aula donde se dictan clases dos veces por semana, a chicos que van desde los 3 a los 14 años.

El salón es el lugar de reunión de toda la comunidad de Villa­guay, pertenezca o no a la comunidad judía. Allí se organizan, los fines de semana, fiestas de hasta 160 personas con bailes y cenas. Es posible que un vecino done una vaquillona y que los socios prepararen ensaladas e inviten a un grupo de bailanteros para que realicen su show. Los bailes suelen prolongarse hasta bien entrada la madrugada.

Colonización judía en la Argentina

Recopilado por Fabián Zentner de Shalom Argentina, huellas de la colonización judía (Entrega Nro. 31)

Villa Domínguez (Ex Colonia Clara)

La Paris entrerriana

Para llegar a Villa Domínguez -una localidad situada a 18 kilómetros al sudeste de la ciudad de Villaguay- hay dos caminos paralelos: uno de tierra y otro de ripio. Aunque no lo recomiendan en días de lluvia ni de bruma, los antiguos pobladores del lugar prefieren el de tierra (el camino vecinal, le dicen) porque, con sol, el paisaje es bucólico: sauces y ceibos a los costados del recorrido, curvas que esquivan cuchillas y lomadas, arroyitos con patos y pájaros cantores. Ambas rutas se cruzan en la entrada del pueblo. 

Es el comienzo de un boulevard alegre, la avenida central llamada San Martin, donde un cartel recuerda el centenario de la fundación del lugar, ocurrida en 1890, cuando se habilitó la estación del ferrocarril que lleva el nombre de "Gobernador Domínguez". Casi desde sus comienzos, la localidad fue el principal centro urbano de Colonia "Clara", la más extensa de Entre Ríos: tenía 80265 hectáreas. Tras su fundación, en 1892, sus colonos se dividieron en mas de 40 grupos que se desperdigaron por el centro de la provincia.

 Todos los puntos de este recorrido -excepto Basavilbaso- pertenecían a este asentamiento que homenajeaba con su nombre a la esposa del Baron Hirsch. Villa Domínguez resultó, además, sede de una de las más importantes cooperativas agrícolas del país, el "Fondo Comunal Sociedad Cooperativa Agrícola Villa Domínguez", con cuya ayuda se creó un banco, una fábrica de aceite de lino, una biblioteca y el primer hospital israelita de América del Sur. Hoy Villa Domínguez es un pueblo pequeño y tranquilo, de 1800 habitantes, que conserva su traza original. Las calles, dispuestas en diagonales, le confieren al piano del pueblo la forma de una estrella. Parten de una plaza redonda, la 25 de Mayo, circunvalada por otra circular llamada "Dr. Yarcho". 

Fue diseñada a semejanza de la Plaza V-Etoile, en Paris. Tiene una sede municipal pintada de colores alegres, dos escuelas públicas, un museo, una biblioteca, una sinagoga con salón para actos sociales, un hospital, cuatro bares, una discoteca, tres surtidores de nafta, una comisaría con cinco policías efectivos, un elevador de granos que pertenece a la "Cooperativa Fondo Comunal" y tres carnicerías. 

Todo concentrado en no más de diez manzanas. Las casas esconden patios con sombra de parra o falsa pa­rra y en las veredas es más fácil escuchar el canto de los pájaros que el paso de un auto. Hay mirlos, horneros, palomas torcazas y teros. No hay una sola calle asfaltada, el banco abre sólo una vez por semana y las cartas siempre llegan a destino, aunque no lleven más que el nombre de quien debe recibirlas y el código postal: 3246. De hecho, en Domínguez casi nadie sabe el nombre de las calles. 

En cambio, casi todos recuerdan la historia de los Efron -una de las familias más antiguas-, saben que León Salzman fue tres veces intendente y esperan expectantes la época del año exacta en que Bocha Wainer, la presidenta del "Club de Amigos del Museo", tiene listas sus compotas, el guefilte fish y el onic leicaj. Cuando llegaron los primeros colonos judíos a Villa Domínguez, no había casi nada. 

Solo tres estancias, de las cuales aún existe una: la "San Manuel", sobre el río Gualeguay. Por entonces, unos pocos eran dueños de mucho. Y se dedicaban a la ganadería. Los colonos dividieron la tierra y fueron los primeros en obtener trigo, lino y sorgo en esa zona. Además de las tres estancias, había un galpón que servía para alojar a los inmigrantes hasta que la JGA les daba su destino definitivo, hacia los distintos puntos de Colonia "Clara". En ese galpón -que todavía está en pie- se realizó la fiesta por el Centenario de Villa Domínguez, en 1990. Perteneciente a la "Cooperativa Fondo Comunal", el espacio está ahora alquilado a una empresa agrícola santafesina. Sobre las chapas externas, aun se ve el maguen David y una paloma que pintaron para el festejo de los cien años. 

Los primeros colonos, como cuenta Alberto Gerchunoff en Los gauchos judíos, fueron recibidos por el jefe de estación, el comisario y una delegación de bienvenida de hombres que no compartían el idioma de los recién llegados ni sabían muy bien de qué país venían. Como dijo en 1963 -cuando viajó desde Londres a Villa Domínguez- el entonces presidente de la JGA, Sir Henry D'Avigdor Goldshmit, la Jewish logró el principal objetivo de esta gesta: Salvar sus vidas de la persecución zarista. El resto, sostuvo el funcionario, eran sólo detalles.